Fernando Ortega Pineda. Alumni de Periodismo de la Universidad CEU Cardenal Herrera
Septiembre de 2018. Llego a mi querida Valencia tras el verano, -el segundo consecutivo, por cierto- abro la puerta de mi habitación y veo a mi alrededor innumerables pedazos de recuerdo. Ojeo sobre mi mesa libros, cuadros, documentos y fotografías procedentes de mis años de carrera y mis experiencias pasadas que todavía ni siquiera había mirado desde que llegué. Puedo decir que ya he aterrizado tras dos meses en suelo español y creo que ha llegado el momento de hacer una amplia valoración de lo vivido.
Pero empecemos por el principio…
Me remonto a 2013, año en el que los de la generación del 95, millenials de pura cepa, tuvimos que tomar la decisión de qué universidad escoger, o mejor dicho qué universidades tenían la mejor oferta gastronómica en sus alrededores. Yo lo tuve claro, me habían hablado muy bien del José Antonio de El Parquet. Por ello me alisté a las filas de la Universidad CEU Cardenal Herrera, en su campus de Alfara del Patriarca.
Ahora hablando en serio, las instalaciones para los alumnos de comunicación son la envidia de cualquier televisión o emisora de radio y en Valencia no hay otra alternativa de esa calidad. Imagino que os haréis la pregunta del millón que en las jornadas de bienvenida todos hacíamos en alarde de simpatía: “y tú, ¿qué estudias? Pues yo estudio Periodismo”.
Primero de todo, adentrémonos en el motivo tan particular que me hizo elegir dicha carrera. Os vais a reír. Por aquel entonces a los chicos y chicas de mi generación ya se les había concedido de manera generalizada el deseo de poseer un dispositivo móvil con acceso a internet (lo sé, suena muy viejuno pero así fue).
La revolución digital se había hecho extensa a los chavales que nos acercábamos a la mayoría edad apoderándonos del servicio de mensajería instantánea por excelencia, WhatsApp. Esta aplicación se había colado en nuestros bolsillos para revolucionar la forma de comunicarnos. Los años 2012 y 2013 fueron mis dos cursos de Bachillerato en mi añorado Colegio Maristas de Valencia. Probablemente estos son los años que más estresados afrontamos la temporada lectiva, cada resultado es importante ya que peleamos por obtener la media más alta posible.
Las semanas eran largas y con muchas horas de estudio por lo que cuando llegaba el descanso del fin de semana los estudiantes aprovechábamos para salir de la cueva y disfrutar del ocio valenciano, como dicen mis amigos argentinos salir de joda o de boliche. Fue en este punto concreto cuando con una voz más adulta, un amplio repertorio musical -el reggeton/house de la época era inhumano- y las vías de comunicación a mi disposición comencé a hacer de maestro de ceremonias en la antesala previa a las quedadas con los amigos.
«Había descubierto lo que me gustaba. Me sentía un verdadero locutor de radio musical en pleno prime time».
El proceso era simple. Haciendo uso del grupo de WhatsApp de la clase hacía llegar a todos sus miembros una breve nota de audio en la que los animaba ante una gran noche de diversión. La nota de audio estaba elaborada de forma muy rudimentaria, apenas contaba con una pieza musical de fondo y unas cuantas frases alentadoras, pero sin embargo fui capaz de causar un impacto positivo entre mis compañeros, pero sobre todo en mí mismo. Había descubierto lo que me gustaba. Me sentía un verdadero locutor de radio musical en pleno prime time. Se me encendió la bombilla.
Toda la movida de las notas de audio junto a mis inquietudes por lo que sucede en España y en el mundo esclarecieron mis dudas en cuanto a qué dirección tomar una vez finalizada mi etapa escolar. Periodismo sería mi carrera, la radio sería el medio en el que especializarme.
Soy una persona muy habladora y me encanta mantener conversaciones largas, pero todavía me gusta más escuchar. Probablemente los momentos que más me han enriquecido como persona en mi vida han sido los que me he callado y he abierto los oídos sentado delante de personas a las que merece la pena escuchar.
Durante los cuatro años de grado escuché mucho, me convertí en un oyente fiel tanto de la radio española como de los profesionales de los medios que tuve el gusto de conocer. Aprendí escuchando y adaptando lo mejor de cada comunicador a mis intenciones y aspiraciones de algún día ser.
Pasé por el periódico universitario, me encargué de redactar notas de prensa para organizaciones e hice prácticas en televisión. Nunca nada de ello me hizo sentir como cuando me senté por primera vez en el estudio de RadioCEU y escuché las señales horarias. Es mágico. Mis primeras veces en la radio las recuerdo con nerviosismo. Recuerdo llevarme algún escarmiento por parte de otro ex alumno del CEU como es el televisivo Luis Liñana por no respetar su turno de palabra, no podía estar callado y no paraba de chafarle. Un chaval con zapatos nuevos.
Pasaron los primeros años entre José Antonios, juernes y horas de biblioteca. Tras el segundo curso de carrera accedí a mi primer verano de prácticas en una de las emisoras locales de ámbito privado que venía a cubrir el vacío que entonces había dejado la extinta Radio 9, la 99.9 Valencia Radio.
Mi sensación era de estar dando un salto de gigante, pasé de la radio universitaria y radios online a una que emitía en la FM a nivel regional. Depositaron en mí mucha confianza desde el principio y yo traté de no defraudar. Sobre todo, compartí muchas horas de trabajo y aprendizaje con otro ex CEU como es José Luis García Canet al cual le estaré siempre agradecido por tanto apoyo.
Llegado septiembre y el fin de mi contrato de prácticas me propusieron continuar y no de cualquier manera…. De la noche a la mañana Juanma Doménech, director de la emisora, me dijo que iba a retransmitir -no aceptaba un no por respuesta- un deporte que se jugaba con las manos, había que meterla en una canasta y se paraba de vez en cuando el juego. Dicho y hecho. Dos temporadas de ensueño me estaban esperando a la vuelta de la esquina.
La primera con el récord de victorias consecutivas y la segunda con dos finales y el primer título de liga en toda la historia del Valencia Basket. Asistí a dos Copas del Rey e incluso viajé por Europa con el equipo. Sin haber terminado la carrera ya estaba ejerciendo de periodista. Entendí entonces por qué muchos de los profesionales asentados en los medios de hoy en día no habían terminado sus estudios en ciencias de la información. Pero yo tenía claro que una buena formación era primordial.
En julio de 2017 presenté mi Trabajo de Fin de Grado –A la luna de Valencia, un programa radiofónico en el que entrevisté a uno de mis referentes, Ramón Palomar– y, tras 4 años inolvidables en la UCH-CEU, me gradué como periodista.
Aunque las experiencias profesionales son bonitas e inolvidables siempre estarán por encima las personas y los amigos con los que compartiste aquella etapa. Mis compañeros de la promoción 2013-2017 demostraron ser excelentes periodistas, pero yo siempre me quedaré con su gran calidad humana.
Vayamos con lo interesante…
No hice Erasmus, mi inglés era limitado y tampoco tenía prisa por acceder a un posgrado. Algo dentro de mí me decía que era el momento de volar.
Por aquel entonces había escuchado hablar muy vagamente de Australia hasta el día que acudí a informarme a las oficinas de GrowPro, empresa de los valencianos Pablo Gil y Goiko Llobet. El buen asesoramiento, las historias para no dormir y la sinceridad de la gente de la compañía me hicieron plantearme que tampoco era tanta locura irse al otro lado del mundo en pleno 2018. Y no me equivocaba. Sin margen de duda, ha sido el mejor año de mi vida y una experiencia única.
Imagino que quien ha llegado a estas líneas, probablemente, tenga cierto interés en conocer qué puede depararle una cosa así. Por lo que os contaré con todo detalle.
Australia es la combinación perfecta de estudiar inglés, trabajar, viajar y conocer a gente de todo el mundo. Estudiar inglés porque cuenta con una multitud de academias de calidad. De hecho, la educación es una de las fuentes de ingresos más fuertes del país. Trabajar porque, sin duda, es una de las claves que ofrece el país, ya que de forma legal a un estudiante extranjero se le permite trabajar 20 horas semanales.
Además, la poderosa economía del país permite que los sueldos sean realmente altos. Creo que sobran las palabras y veamos algunas imágenes. No solamente por Australia, sino también Nueva Zelanda, todo el sudeste asiático y las islas del Pacífico. Y, por último, conocer gente porque Australia es el punto de reunión de personas de todo el globo. En concreto, Sydney es una de las ciudades más multiculturales del mundo. Todo ello hace que sea un destino inigualable para pasar una temporada.
Verte en situaciones que jamás te hubieras imaginado antes es una de las cosas que más me han enriquecido. Ponerte a prueba día a día en una gran ciudad como Sydney te lleva a una satisfacción y felicidad tremenda. «Salir de la zona de confort» es la frase que más he escuchado recientemente, pero es que define a la perfección en qué consiste esta experiencia.
¿Cómo era mi vida en Sydney?
Lo cierto es que no había dos días iguales. Pero mi ritmo de vida por lo general era el siguiente. Madrugaba mucho, porque las clases de inglés empezaban a las 8 de la mañana y, al principio, acudía en bicicleta. Parón para comer a mediodía y rápidamente me enfundaba en mi vestimenta de camarero y marchaba a cualquier parte de la ciudad a trabajar en algún evento de una empresa de catering o en el Hotel en el que estuve.
Acababa tarde por la noche y si todavía quedaban fuerzas, salía a conocer la vida nocturna de la ciudad. Los famosos day off (días que no trabajabas, rara ocasión) eran una bendición, ya que podías dedicarte a hacer turismo o directamente aprender el complejo deporte de surfear.
Sin duda, el apartado del trabajo me dejó grandes recuerdos. En concreto el empleo como camarero de catering fue como un bus turístico a lo largo y ancho de la ciudad. Este trabajo me llevó a sitios tan emblemáticos como la Casa del Gobernador de NSW, el Parlamento de NSW, sedes de grandes empresas como KPMG o PwC, la Ópera de Sidney el 31 de diciembre, residencias privadas a orillas de la bahía, etc. Y cuando sabes que el esfuerzo en el trabajo -que no es especialmente entretenido- lo estás haciendo con el objetivo de viajar en vacaciones cuesta mucho menos hacerlo.
Es un secreto a voces que una experiencia como esta da lecciones de vida que la universidad jamás podrá dar por lo que personalmente animo a todo el mundo a salir de la famosa zona de confort y tirarse a la piscina. Los frutos de un atrevimiento como este bien merecen la pena.
Vuelta al ruedo..
Si por algo se caracteriza un periodista, entre otras cosas, es por la continua formación que debe mantener a lo largo de su carrera. La radio está cambiando paulatinamente pero también de forma vertiginosa y somos los jóvenes de hoy en día los que tomaremos el relevo en el futuro. Seremos los encargados de cuidar la salud de nuestra radio haciéndola evolucionar.
La formación recibida por parte de los profesionales de hoy es vital para que dicha evolución asegure la sostenibilidad de la radio del mañana. Por todo ello, he decidido continuar con mi etapa de formación apostando por uno de los másteres de radio que mejor dotan al periodista de una visión global de la industria de la comunicación e instruye particularmente en la radio de ayer y de hoy como es el de la Cadena COPE asociado al CEU San Pablo.
Marcas y empresas a un lado, sin duda, un máster de especialización es básico en nuestro sector. Os animo a identificar vuestra pasión dentro del mundo de la comunicación e ir a por ella, porque, tal y como está el patio, solo con vocación y mucha entrega este maravilloso oficio seguirá teniendo sentido.
Por supuesto si alguien tiene alguna duda o consulta os dejo mi correo en el que estaré encantado de contestaros, [email protected].
¡Saludos, amigos!