«Fueron meses todoterreno, a la vez, golpe de aire fresco y bofetón»

La ex alumna del Grado de Periodismo de la Universidad CEU Cardenal Herrera Lucía Ballester Bellver relata en este texto cómo fue su experiencia en el Vaticano.

Mi aventura comenzó cuando, tras aprobar el Trabajo Final de Grado de Periodismo (después de muchos sudores fríos, bruxismo y tensas miradas del jurado) me ofrecieron un contrato de seis meses en Roma para trabajar en una televisión norteamericana católica. Soy una persona aventurera y a pesar de que he perdido mucho habiendo aceptado, también he ganado impagables lecciones que me acompañarán siempre.

No sabía si aceptar, pero mi familia y profesores de la Universidad CEU Cardenal Herrera me animaron. En octubre de 2016 me mudé a Roma, con el corazón en un puño, y comencé la que fue mi primera incursión en el mundo laboral. Y vaya incursión. Fue más una zambullida a ciegas sin salvavidas, pero no en el mar, sino en un torrente salvaje. Si un día había que levantarse a las cinco para ir a la Basílica de San Pedro para grabar al Papa y al día siguiente tenía que quedarme hasta las 12 de la noche cubriendo el Via Crucis, lo hacía con gusto, inagotables ganas y decorativas ojeras. Nada me importaba; ni el inmisericorde tiempo de la ciudad eterna, ni sus excesivos turistas ni su angustioso caos. Roma es una ciudad cruel, pero indudablemente hermosa. Es imposible no enamorarse.

Cada miércoles, Lucía estaba muy cerca del Papa
Cada miércoles, Lucía estaba muy cerca del Papa en El Vaticano.

Vivir experiencias tan sobrecogedoras que se grabaron en mi corazón a fuego lento.

Ser periodista en Roma me permitió ver cosas que jamás vería de otra forma. Conocer personalidades importantísimas…  y, vaya, estar cada miércoles cerca del Papa. A un metro. Incluso menos. Con su expresión bonachona en contraste con mis facciones rígidas de puro nervio. Mi tarea era hacerle fotos, sin poder hablar, tan solo sonreír tras el cuerpo de la cámara. Captar la sonrisa del Papa tras la lente de cristal. Vivir experiencias tan sobrecogedoras que se grabaron en mi corazón a fuego lento.

No solo hacía fotos: también pude desarrollarme como reportera, realizando pequeños vídeos y conexiones en directo con nuestra cadena latinoamericana. Salir en la televisión me aterraba, pero luego descubrí que era igual que estar en clase con Carles: solo que, esta vez, te veían miles de personas y no estaba él para corregirte.

He hecho muy buenos amigos que espero conservar durante toda mi vida.

Sin duda, saber inglés me ayudó muchísimo, no solo a que me contrataran, sino a sobrevivir en aquella empresa donde la mayoría eran americanos. También aprendí italiano, muy útil para desenvolverse en aquellos ambientes vaticanistas. Recomiendo enormemente aprender idiomas. Creo que te abren las puertas, no solo de trabajos interesantes, sino también de gente maravillosa. He hecho muy buenos amigos que espero conservar durante toda mi vida. Viajé con ellos, algunos por trabajo, vi pueblos recónditos de Italia… en fin, que fueron seis meses todoterreno que fueron, a la vez, golpe de aire fresco y bofetón.

La experiencia ha sido profesionalmente muy enriquecedora para Lucía.
La experiencia en El Vaticano ha sido profesionalmente muy enriquecedora para Lucía.

me dio tablas, madurez para lidiar con estrés, aprendí cómo trabajar en una gran empresa, manejando equipos complejos.

A pesar de que emocionalmente fue una experiencia muy dura, profesionalmente me enriqueció mucho: me dio tablas, madurez para lidiar con estrés, aprendí cómo trabajar en una gran empresa, manejando equipos complejos. También tuve que vivir sola, en una habitación minúscula y rancia (aunque con una cama muy confortable que me recibía cada noche cuando estaba exhausta) y eso me enseñó a ser independiente y a valorar las cosas pequeñas.

Creo que las vivencias fuera de tu país (por ende, de tu zona de confort) son absolutamente necesarias para un desarrollo personal, laboral y emocional. En la CEU UCH siempre me animaron a probar mis límites saliéndome de ellos.  Dicen que las personas que viven un tiempo fuera de su país, cuando vuelven, no vuelven a ser las mismas. Y es dolorosamente cierto.

No soy la misma.

Soy una mejor versión, siempre en crecimiento, siempre mejorando.

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