PODEMOS SEGÚN PODEMOS (II). Podemos según sus principios organizativos. Por Manuel Martínez Sospedra.

«Algunos críticos han señalado que el modelo organizativo de PODEMOS se ciñe a las reglas propias del “centralismo democrático” leninista: los militantes eligen un congreso, este a su vez delega en un comité central que, a su vez, delega en un Politburó y un secretario general, que deviene omnipotente al ser el beneficiario último de una cascada de delegaciones. Tales críticas no son acertadas, el organigrama aprobado para fijar la organización de PODEMOS no es así, en consecuencia tal juicio no sólo es materialmente desacertado, es que, además, vela un componente central de la originalidad del partido. Vayamos por partes.

PODEMOS es una organización política que se autoconcibe como un instrumento de generación y ordenación de la “unidad popular”, es un partido-movimiento que trata de agrupar y representar a la mayoría popular frente a las élites, frente a la oligarquía, para PODEMOS la contradicción principal es la que opone a “los de arriba”, el establecimiento, con “los de abajo”, el mundo plebeyo ( el término ha sido utilizado, y no por casualidad, por sus dirigentes). De ello se sigue que PODEMOS se considera la expresión política de una mayoría social diversa y , por ello, ampliamente pluralista¿ Como se canaliza ese pluralismo en la organización?

Si dejamos de lado las reglas sobre paridad de género, algo más laxas que las prescritas por la ley, cosa a la verdad poco importante por la ineficacia de esta, cabría esperar que, salvo la elección de cargos unipersonales la representación interna se articulara en torno al principio proporcional. Pues bien no es así. Una y otra vez, de modo sistemático, en las elecciones internas se adopta un método de elección mayoritario. En consecuencia en cada nivel y para cada elección la o las minorías resultan necesariamente infrarepresentadas en beneficio de quien obtenga la votación mayor. Si se contempla el sistema desde la óptica de la agregación de intereses no cabe duda de que la opción de una elección mayoritaria para representar una base plural no es precisamente afortunada.

Tal defecto hubiera podido paliarse mediante la adopción de dos técnicas distintas: de una parte escoger una fórmula mayoritaria con representación de minorías; de la otra adoptar la mayoría absoluta como principio de decisión. Si se hubiere escogido la primera las minorías ( al menos las de mayores apoyos) obtendrían una cuota de poder interno, si se hubiere escogido la segunda se favorecerían las técnicas consociativas para formar las mayorías internas, lo que daría influencia a al menos una parte de las minorías. Pero no se ha hecho así. Sistemáticamente, una y otra vez, el sistema adoptado es el de la elección mayoritaria y decisión por mayoría simple: el que tiene más votos se lo lleva todo y los demás pasan la mano por la pared. La conclusión es obvia: el sistema interno de elección y representación está diseñado para asegurar el control completo de la organización al núcleo fundador que, por serlo, goza de salida de una posición dominante, y ello aun cuando sólo consiga el apoyo de una minoría de miembros. El sistema de representación sigue el criterio de H.Ford: ustedes puede comprar un “modelo T” de cualquier color, siempre que sea negro.

El órgano supremo de PODEMOS es el congreso, la “Asamblea Ciudadana”, que es y no es. Técnicamente lo es y, en consecuencia, es a ella a la que competen las decisiones más importantes, de la aprobación del programa a la política de alianzas. Y, al mismo tiempo no lo es. La razón: su composición, la citada está integrada por el conjunto de miembros inscritos en el Partido, que deliberan y votan a distancia, a través de la red, si es que discutir a través de la red se le puede llamar “deliberar” claro está. No obstante, cabe la posibilidad de que al menos una parte de las deliberaciones, y en su caso de la votación, se haga de modo presencial, con lo cual el órgano supremo lo es de geometría variable, según haya presencialidad o no. Del mismo emana una suerte de parlamento partidario o comité central, el Consejo Ciudadano, así como la Comisión de Garantías, que al ser electos por mayoría simple reproducirán, y ampliarán, en tales órganos la mayoría existente en la Asamblea ( que a su vez pude variar según voten todos o solo los presentes). Y aquí se acaba la semejanza con el modelo leninista, como en los partidos de la casta hay miembros natos del Consejo Ciudadano.

La dirección del partido no nace del Consejo Ciudadano, aquí interviene un factor original, muy marcado por la voluntad de personalizar la dirección partidaria. El secretario general-líder del partido es elegido en votación separada y distinta por el conjunto de los afiliados, una vez más por mayoría simple, de este modo el grupo fundador mantendrá la sartén por el mango aun cuando haya quedado en minoría siempre que conserve la pluralidad mayor. A su vez el secretario general configura la dirección efectiva del partido, toda vez que el llamado “Consejo de Coordinación” es propuesto por el secretario general-lider del partido al Consejo Ciudadano para su ratificación, y la eventualidad de que el Consejo Ciudadano no endose la decisión de un secretario general que viene de ser elegido por el conjunto de los inscritos es más bien remota. La novedosa organización participativa acaba por generar presidencialismo puro y duro. No es casual, es el modelo presidencial el de preferencia del núcleo dirigente para el estado, como en su día se verá.

Por si lo anterior no bastara el poder del secretario general es inmenso: convoca y preside los órganos del partido (con lo que controla su deliberación al controlar la agenda), es el representante ordinario del partido, configura a su imagen los órganos permanentes de dirección y se le encarga, por añadidura, de asegurar la “coherencia ideológica”, la “unidad organizativa” y la coordinación de los órganos del partido. Como, además, los estatutos contemplan esa eficiente maquinaria de eliminar disidentes y machacar minorías que es la revocación ( que puede iniciar el secretario general), el círculo se cierra. Tras la fachada ciudadana y participativa lo que hay es otra cosa, lo que Vallenilla Lanz denominó  “cesarismo democrático”.»

Fuente: El Mundo Digital. Fotógrafo: Chema Barroso

 

Manuel Martínez Sospedra

Catedrático de Derecho Constitucional UCH-CEU

 

 

 

 

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