PODEMOS SEGÚN PODEMOS (I). Podemos según sus principios organizativos. Por Manuel Martínez Sospedra.

«Hasta la fecha PODEMOS ha sido un movimiento; a partir de ahora comienza el proceso de su institucionalización, lo que supone la necesidad de ajustarse a la “forma partido político”,y eso no puede hacerse sin costes toda vez que la institucionalización exige por su propia naturaleza el abandono de buena parte de la flexibilidad y el espontaneísmo que son propios del estadio “movimiento” , que en tiempos de descrédito institucional como los que corren tan atractivo es. Ese es un coste asumido, como revela la contundente derrota del proyecto de organización del sector de raíz trotskista del partido en formación. Claro que la institucionalización puede hacerse de muchos modos, y el que se acoja no es banal, no sólo porque prejuzga como se va a distribuir el poder en el partido, sino también porque es un muy buen indicador de las preferencias políticas de cara al reordenamiento del sistema de gobierno realmente existente. Veamos .

Fuente: El País Digital.  Fotógrafo: Dani Pozo (AFP)

 

En el principio es la gasolina. Sin el carburante del dinero ninguna organización puede funcionar, ni mucho menos tener alguna capacidad de alcanzar sus objetivos .Los partidos no son una excepción,  especialmente si se considera que una de sus funciones –hacer elecciones- es muy cara. Desde sus estatutos PODEMOS trata de evitar algunos de los vicios propios de los partidos tradicionales en este campo: así se autoprohíbe el recurso a la financiación vía créditos, fija topes moderados al tamaño de las donaciones admisibles, establece criterios de valoración del trabajo político honorario, procura contar con un presupuesto a la vez único y consolidado y prevé un riguroso sistema de control interno de contratos, empleos y gastos. Sigue en este terreno un ejemplo previamente establecido por IU, en el que claramente se inspira. Si se tiene en cuenta que IU es, de largo, el más “limpio” de los partidos tradicionales no parece que se sea muy original, pero sí parece que se procura evitar la tentación, ya se sabe “el que ama el peligro perecerá en él”. Empero en este campo dos cosas llaman la atención : de un lado, que se conserve uno de los vicios menos agradables del sistema de financiación de los partidos tradicionales: el dinero dedicado por las instituciones para el sostenimiento y apoyo de los grupos parlamentarios se conceptúa dinero del partido (lo que es legal, dicho sea de paso) y a su financiación (y no la del grupo) se aplica; del otro, que no hay cuotas de miembros. Y esto último es muy importante.

 

Un partido es una variante del género “asociación”, y, por naturaleza, esta exige de socios. Por eso uno de los componentes necesarios de cualquiera de ellas es la determinación exacta de quienes son miembros y quienes no. Aquí aparece uno de los costes del tránsito del movimiento al partido: la fijación exacta y precisa de quienes están y quienes no están. PODEMOS trata aquí de nadar y guardar la ropa. A tal efecto, distingue entre miembros y afiliados, los primeros son los que lo sean de alguna de las organizaciones del partido, los segundos los que, además, se inscriban en un libro-registro y con ello oficialicen formalmente su pertenencia. Las normas establecen que los derechos de ambas categorías son los mismos, pero las normas no pueden desconocer los hechos o estos se vengarán. A mi juicio es claro que el que miembro que se inscribe acredita con ese solo hecho un grado de compromiso e identificación con el partido mayor que aquel que no lo hace, en consecuencia  tendrá en la organización un estatuto de hecho más importante .Entiéndase la novedad en este caso no consiste en la existencia de la clásica dualidad afiliado/militante, la novedad radica en su formalización que, quiérase o no, conduce a la diferenciación de miembros en dos categorías. Lo que recuerda en exceso la distinción formal entre militantes y adheridos del Movimiento Nacional.

 

Vistas así las cosas se entiende bien que no haya cuotas. Ahora bien si no las hay el principal instrumento de autofinanciación del partido desaparece: sin un número elevado de afiliados y sin el pago puntual de sus cuotas el partido dependerá necesariamente bien de las donaciones externas, bien de la financiación pública, bien de ambas, con lo que las declaraciones estatutarias sobre las limitaciones de las primeras y la no dependencia de las segundas quedan reducidas a la condición de meras emisiones de voz. Parafraseando al clásico: las afirmaciones de autofinanciación sin muchos afiliados y muchas cuotas no son sino palabras.

 

Con ser importante esa carencia no es la fundamental. Es bien sabido que, más allá de su papel financiero, el cobro regular de cuotas reafirma el compromiso del afiliado con el partido, le otorga a este el sentimiento tanto de pertenencia como de integración ( el partido “ es suyo” porque lo paga) opera como un fuerte “incentivo de identidad” y, al aumentar la intensidad del compromiso hace al afiliado más exigente con respecto a la organización y sus dirigentes. Viniendo de donde vienen no me cabe la menor duda que los autores de los principios organizativos lo saben muy bien. Su silencio indica sencillamente que no quieren militantes así, que prefieren la flexible, fluida e inestable vinculación de los miembros propia del movimiento, que les otorga una mayor autonomía respecto de los afiliados y mayor control de la organización. Con lo que a la postre acaban por reproducir uno de los vicios más definitorios del principal partido de “la casta”, es decir el PP, en el que es práctica habitual que las cuotas se cobren cada 29 de febrero.»

 

Manuel Martínez Sospedra.

Catedrático de Derecho Constitucional UCH-CEU

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