«Demagogia o análisis en la acción de gobierno pública» por Javier Pinazo

En la obra de 1884 Manual de un Demagogo de Raul Frary (recientemente publicada por el Profesor Miguel Catalán del CEU-UCH) –y de gran influencia en Nieztche-, el autor crítico con los resultados de la revolución, muestra los consejos para aquel que quiera hacer de la política su éxito ya que desde la Revolución Francesa, el saber es la menor de las virtudes que necesita el que ha de conducir a los hombres.

La clave reside en conducir al pueblo no donde el político considera mejor, sino a donde el pueblo quiere ser llevado y las estrategias para ello son:

  • Penetrarse de sus prejuicios y debilidades.
  • Apariencia de devoción.
  • Elogio y adulación.
  • Hacer creer en dogmas merecedores de orgullo aunque no sean ni verdaderos, ni nobles, ni claros ni comprensibles.
  • Hacer crecer la esperanza en ambiciones personales: reputación, gloria, ascenso, honores para unos, o incluso, el pan y el descanso para otros.

El demagogo opera justamente al contrario que el moralista, filósofo o predicador. No incide en las miserias y fallos humanos, cuenta con ellas como fatalidad inevitable y entre ellas especialmente la instrumentación del odio y la envidia son armas muy sugerentes. La obra termina con un buen consejo práctico para el éxito político cual resulta del guardarse bien de adhesiones escrupulosas a la verdad y al interés nacional. Literalmente se llega decir a modo de epílogo «(…) El ambicioso no está obligado a ser un hombre deshonesto; lo que ni siquiera sería hábil. Pero si se obstina en ser siempre sincero, en decir todo cuanto cree verdadero, en aconsejar todo cuanto cree útil deberá resignarse a todos los desengaños, y especialmente al peor de todos: casi nadie le hará justicia, y, será más calumniado, cuantos más sacrificios haga a su conciencia. No tenéis en ello mucho que os pueda tentar (…)».

Complétese esta obra de Frary con El arte de tener razón de Schopenhauer, escrita en 1830 y tendremos propuestas para el éxito en la política, en esta intelección.

Para otros autores el éxito de la política tiene otro sentido. Con Weber el objeto de la política es la dirección o la influencia en la dirección de un Estado. En este propósito la idea central del Estado-Administración es la acción racional correctamente calculada para la consecución de determinados fines perseguidos (Weber, Dahl, Lindblom, Waldo, Simon,…). La Administración es la organización y dirección de hombres y materiales para lograr los propósitos del gobierno. La Administración Pública, como área de conocimiento, constituye el arte y la ciencia de la dirección aplicada a los asuntos del Estado y puede ser considerada como el mayor invento y artificio por el que los hombres civilizados en sociedades complejas tratan de controlar su cultura, por el que intentan alcanzar simultáneamente –dentro de los límites de su ingenio y conocimiento- los fines de estabilidad y los fines de la transformación.

Dos cosmovisiones antagónicas sobre la política en la teoría, como poder y como servicio, pero que en la realidad conviven normalmente de manera pacífica como el yin y el yan. En lo que nos interesa académicamente, como servicio a la ciudadanía es la presunción sobre la que bascula toda la teoría sobre la Administración moderna y en la secuencia histórica de personas y momentos de búsqueda de un conocimiento aplicado para el desarrollo social y político se gestaron las Ciencias de Políticas como locus y focus nuevo de la Ciencia de la Administración, habida cuenta el desarrollo del Estado Administrativo. Los pioneros (Dewey, Merrian, Laswell…) pretendieron una nueva ciencia social para el análisis de la acción de gobierno y de sus productos, las políticas como resultado de ser la política una acción racional.

 *Noticia redactada por el Prof. Javier Pinazo

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Reseña en El País

Reseña eldiario.es

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