Por Pepe Torrecilla Sillero
Soledad, incertidumbre, desgana, desilusión, tristeza…
Todas estas emociones sentía cuando aterricé el pasado mes de junio en Londres. Y mucha gente se pregunta al oír esto: “Entonces, ¿por qué te fuiste? ¿No lo hiciste porque querías?”. Y no les falta razón. De hecho, deseaba salir de Valencia y cambiar de aires drásticamente, pero ocurrió todo tan rápido -supe que me iba a Reino Unido el 20 de junio-, que no tuve tiempo de asimilar bien todo lo que se me venía encima. Como decimos los valencianos, fue el típico plan de pensat i fet. Además, Londres nunca había sido una de mis debilidades, sino más bien, todo lo contrario.
Llegué el día 28 y la capital británica me recibió con el clima que le caracteriza: frío y lluvia, lo que acabó por hundirme. La idea de tirar la toalla y volver a España siempre estaba rondando por mi cabeza -sobre todo cuando me conectaba a Facebook y veía a la gente en las playas tostándose al sol mientras yo llevaba la chaqueta de invierno en pleno verano-, pero el orgullo personal e, incluso, profesional no me dejaban darme por vencido.
Sin embargo, con el paso de los días, fui conociendo gente, encontré el alojamiento definitivo, aprendí cómo funciona el transporte…en definitiva, acabé acostumbrándome a la ciudad. Hasta tal punto, que mis ganas de regresar a casa eran prácticamente inexistentes y acabé dándome cuenta de la gran experiencia personal en la que se había convertido para mí vivir allí.
profesionalmente ha sido una experiencia necesaria.
Pero además, profesionalmente ha sido una experiencia necesaria. Me aventuro a decir necesaria porque, en mi caso, además de haber aprendido muchísimo de los compañeros que he tenido a mi alrededor, he conseguido ver cómo se desenvuelven los compañeros de profesión de un país diferente. Te das cuenta de las diferencias que hay entre ambas culturas –por ejemplo, el método de redacción inglés es totalmente diferente al español-, lo que te enriquece como persona y te hace ver las cosas desde una perspectiva totalmente diferente. Además, de esta forma, consigues ves la realidad desde un punto de vista que no te ofrecen los medios. Vives en tus propias carnes cómo cada vez más gente joven deja su vida en España y empieza una nueva vida en un país distinto, con una lengua diferente, para labrarse un futuro.
Con todo esto lo que quiero decir es que si tenéis la oportunidad de poder hacer prácticas fuera, no lo dudéis. Tened claro que al principio será duro, sobre todo la primera semana, hasta que consigues adaptarte. Que nada os tire atrás. Al final, lo que más le reconforta a uno, y con lo que uno se queda para sí mismo, es mirar hacia atrás y decir:
“he conseguido alcanzar lo que creía imposible”.