Marcelino Olaechea: Iglesia, sociedad y política (1935-1966) (Por: Juan Carlos Valderrama)

Arzobispo de Valencia (1946-1966), antes Pamplona (1935-1946), a Marcelino Olaechea Loizaga (1889-1972), le tocó ejercer un papel decisivo en un periodo especialmente delicado de nuestra Historia más reciente, y no solo en su vertiente estrictamente eclesiástica, como es natural, sino también en otras dos que le son necesariamente contiguas, de carácter político y social. No son solo cuestiones religiosas, en efecto, en un sentido exclusivamente espiritual, las que competen al gobierno de la Iglesia, sino cuestiones también que involucran al tiempo y que discurren por él, afectando, quiérase o no, y no siempre pacíficamente, a las demás instancias sociales, y de forma muy particular a la política.

Su renuncia al gobierno episcopal en 1966, de acuerdo con las nuevas normas canónicas emanadas del Concilio Vaticano II, hizo de él el último representante de la Iglesia anterior a éste, cuyas disposiciones y, obviamente, nuevo estilo, quedarían en manos de su sucesor en la sede metropolitana –aunque con un intermedio de tres años– José María García Lahiguera (1903-1989). Apenas si se esperaba él mismo la aceptación inmediata por la Santa Sede de la renuncia a la que le exhortaban las nuevas reglas conciliares, lo que probablemente haya contribuido a convertirle en un ejemplar característico –y modélico en no pocos aspectos– de ese tiempo social que discurre en nuestro caso entre el nacimiento del nuevo Estado tras la finalización de la guerra civil en 1939, y el nuevo tiempo que inauguran las políticas de desarrollo de finales de los años 50 –cuyos efectos van más allá de la simple transformación económica y técnica, incentivando el cambio social y la transformación de la opinión–, el avance ideológico del aperturismo en las entrañas del Régimen y la invocación al aggiornamento que articulará los esfuerzos contemporáneos de la Iglesia por recuperar las vías de comunicación con la mentalidad moderna después de los fracasos y decepciones sufridos a lo largo de prácticamente todo el XIX.

Hombre de especial envergadura, de claras dotes de gobierno y capacidad de trabajo arrolladora, humilde y profunda religiosidad, sorprende la poca atención que se le ha prestado siendo su protagonismo tanto. Incluso en Valencia, donde muchas de sus iniciativas gozan todavía de vitalidad y otras, aunque perdidas, resultaron determinantes en el proceso de reconstrucción material, económica, cultural, pedagógica, religiosa y moral de un pueblo que no solo había padecido con especial virulencia el azote de la guerra, sino que arrastraba también problemas endémicos que se hacía preciso integrar en esa «cura civitatis», en ese cuidado por los asuntos temporales, económicos y sociales, que define históricamente al episcopado y que fijó de forma especialmente reconocible los rasgos de esos veinte años de su pontificado en Valencia.

Fue, sí, el obispo de las declaraciones multitudinarias de la fe y la devoción populares, de las manifestaciones públicas de Acción Católica, extraordinariamente dinámica y pujante; el del Voto Asuncionista de 1948, de las concurridísimas Misiones Populares, de los Congresos Eucarísticos, del Año Santo de 1950, del Año Mariano de 1954… Pero también –hijo de obrero– el obispo de las “casas baratas” para trabajadores y necesitados; el de la Tómbola de la caridad, que había puesto en funcionamiento algunos años antes en Pamplona; el del Banco de Nuestra Señora de los Desamparados, que dio forma a la solidaridad de la sociedad valenciana de los años 50; el de la riada de 1957, el del Instituto Social Obrero

Con ocasión del 50 aniversario de su cese en el gobierno de la Iglesia en Valencia (1966), la sede valenciana de la UIMP ha querido llenar un vacío tan lamentable en nuestra memoria política y social más reciente, con la celebración del curso «Marcelino Olaechea Loizaga: Iglesia, sociedad y política (1935-1966)», dirigido por los historiadores Vicente Pons Alós (UV), Vicent Comes Iglesia (Florida Universitaria) y Pedro Ruz Delgado, biógrafo del arzobispo, con la colaboración y el respaldo de diversas entidades, entre las que se encuentran la Universidad CEU Cardenal Herrera y la ACdP. El curso se celebrará entre los días 22 y 24 de febrero próximos en la sede del Palacio de Pineda (Pza. del Carmen, 4).

Más información y matrícula:

www.uimp.es

[email protected]

*Noticia redactada por Juan Carlos Valderrama

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