Diplomacia y Mujer: la experiencia de una embajadora española

El día 10 de diciembre tuvimos el placer de recibir a María Dolores Ríos Peset, embajadora de España en Cabo Verde. Licenciada en Derecho, se incorporó a la Carrera Diplomática en 1991, sirviendo hasta la actualidad en las Embajadas de Bolivia, Colombia, Namibia, Paraguay, México y Ecuador. También ha ostentado distintos puestos: en la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales, en la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, como subdirectora general de Cooperación con África Subsahariana y Asia y en la Secretaría de Estado de la UE, como vocal asesora de Asuntos Parlamentarios en el Gabinete del secretario de Estado para la UE. La experimentada embajadora realizó una charla muy amena, de gran acogida entre los jóvenes universitarios, en la que realizaba una aproximación a las peculiaridades, ventajas y vicisitudes del interesante, pero a veces incógnito, mundo de la diplomacia.

El carácter de la conferencia se concibe en un aire de positivismo, Ríos incita a los estudiantes a no tener miedo a la carrera diplomática. No solo eso, sino que rompe con su propio ejemplo con los estereotipos, muchas veces ciertos,  que rodean esta profesión: la masculinidad, el elitismo familiar y la ruptura personal. Ella es mujer, está casada, tiene dos hijos y llegó a la diplomacia con mucha ilusión desde su niñez, pero sin prácticamente referentes.

La embajadora Ríos explicando a los alumnos de Derecho y de Políticas.

La recompensa de ser diplomático no es baladí, requiere de muchos sacrificios. Para acceder a este puesto hay que realizar unas oposiciones para una media de treinta o cuarenta plazas al año. Primeramente, supone un gran esfuerzo de estudio, unido a una altísima capacidad de trabajo. Para poder acceder a una plaza, hace falta tener la nacionalidad española, ser mayor de edad y poseer un título universitario de licenciado, ingeniero, arquitecto o grado (Ríos dicta que el más adecuado es el de Derecho). Las competencias requeridas se logran solo con mucho esfuerzo; por ejemplo, es necesario dominar con increíble fluidez al menos el francés y el inglés, mientras que las otras lenguas son complementarias. Esta característica es criticada por la veterana diplomática, puesto que minusvalora la importancia de otros idiomas.

El proceso se divide en dos fases.

La primera es la de oposición (ejercicios sobre cultura general, idiomas, entrevista, examen sobre el temario e idiomas); el temario es sobre la UE, Economía general, internacional española y de la UE, Sociología, Historia, Relaciones Internacionales, Política Exterior, Organizaciones Internacionales, Cooperación para el Desarrollo y sobre todo Derecho en muchas variantes. La segunda fase es un curso selectivo práctico y potencialmente eliminatorio en la Escuela Diplomática. Todo el proceso de estudio requerido para pasar exitosamente estas dos fases suele durar un mínimo de tres o cuatro años de dedicación total, con un coste aproximado de entre doce mil y quince mil euros al año, según apuntó un antiguo alumno que pensó en prepararse las oposiciones. Este coste incluiría el alquiler en Madrid, los preparadores (de temario, de inglés y de francés) y los gastos básicos de vivir en una gran ciudad.

Una parte importante de la conferencia se centra en la esfera personal de la diplomacia, que Ríos ilustra con sus propias e intrigantes anécdotas. Sale sobre todo a relucir el papel de la mujer diplomática, quien está sujeta generalmente a la carrera profesional de su esposo, puesto que suelen elegir el destino que más convenga a su trabajo. En cambio, el hombre diplomático no suele observar la carrera profesional de su cónyuge y elige el destino que más le place a él; es de nuevo la mujer la que se adapta.

Aún así, ella recalca que los esquemas respecto al papel de la mujer en la diplomacia están cambiando poco a poco y para bien.

No es difícil de entender las dificultades personales que brotan de esta carrera, puesto que se ha de estar en constante movimiento; el plazo máximo en el extranjero es de nueve años, tras los que hay que volver a Madrid por un plazo mínimo de dos años. Abriendo de nuevo sus propios sentimientos a la luz, María Dolores Ríos Peset dice que es para ella el inconveniente más grave de su profesión, no solo porque la residencia en Madrid es cara y no tiene la ventaja de los complementos salariales extras del trabajo en el exterior, sino porque colisiona con el objetivo con el que se embarcó en este trabajo, el de viajar y conocer el mundo.


Artículo redactado por Daniel Tortosa Sánchez-Alcón, alumno de 2º de Ciencias Políticas.
¡Gracias de nuevo, Daniel!
Este evento fue organizado por la Cátedra Jean Monnet dirigida por la prof. Susana Sanz Caballero, quien presentó a la embajadora Rios el día del evento.

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