Jordi Pérez: «Adiós colegas. Que la fortuna os guíe hasta la dicha y, si alguna vez miráis atrás, que una sonrisa ilumine vuestro rostro»


Jordi Pérez. Profesor de Periodismo y de Comunicación Audiovisual CEU-UCH

1. Llegó

Llegó. Finalmente, llegó. Tras cuatro años de ilusiones, de esperanzas –muchas de ellas frustradas-, de esfuerzo, de renuncias, de dura realidad, de sueños –inacabables-, de vida en su paradójica manifestación, llegó. Hoy debe ser un día alegre, celebramos la graduación de una promoción, la vigesimosexta de Periodismo y la vigesimoprimera de Comunicación Audiovisual de la Universidad CEU Cardenal Herrera. De vosotras y de vosotros.
De vosotras y de vosotros. Creo que aquí está el problema.
No sé si es un buen momento para las confesiones, pero… vayamos allá.
Reconozco que en este acto mi sentimiento fluctúa, contradictorio, en una lucha, entre afectos, entre sinceridades, que deja al final una sensación agridulce como resultado. Y no creo ser el único, podría concretar aquí, en un punto sentimental, todos los canales energéticos que llegan del claustro de profesores.
Por una parte, el orgullo, la satisfacción de veros graduados. La sonrisa boba, perfilada por la lágrima incipiente, que se quedará en nuestro rostro cuando oigamos vuestros nombres y recojáis la beca que certifica vuestro éxito. Menos mal que los aplausos enmascararán y disimularán nuestra debilidad. Somos así de flojos.
Porque la otra parte surge, incontenible. Hoy no se gradúa la vigesimoequis promoción, no. La otra cara del acto. Hoy se gradúa Aixa, Andrea, Ángela, por orden, de la a a la zeta, me da igual, cada uno de los que estáis sentados ahí, a los que miramos a los ojos y os reconocemos, os ponemos nombre y parte de vida. De la vuestra, de nuestra vida.
Sí. Junto al orgullo de vuestra meta alcanzada se une el desgarro de la pérdida, de un hasta luego envuelto de alegría, también de un adiós que en la mayoría de los casos será irremisible. Dicta el ciclo vital.
Hoy os vais, muchos definitivamente, quizá no nos volvamos a ver. Pero os vais con un trozo de nuestra alma, espero que el mejor. Mañana no estaréis, pero os tendremos. Siempre, en la ausencia.
Deseo que nuestro retazo anímico, que forma parte de vuestro bagaje, os aliente en los momentos difíciles, que os empuje a la consecución de vuestros sueños, que lo pulséis cuando la confianza lo precise. Especialmente, que lo miréis sonrientes cuando hayáis alcanzado el punto de la felicidad, hagáis lo que hagáis, estéis donde estéis. Desearía que el pasado no fuera recuerdo, sino alimento de un corazón dichoso, satisfecho de latir en ese espíritu que se ha ido forjando con tantos retazos anímicos.

2. Me la creo

Como los de vuestros padres, vuestras madres, vuestras familias. Que han creído en vosotros, que han hecho un enorme esfuerzo por daros la mejor educación que pensaban posible. Seguramente hoy compartiréis la beca con ellos, les mostraréis vuestra responsabilidad cumplida, les reafirmaréis lo que sois y el orgullo mutuo brotará, sincero, de las pulsaciones del amor.
Un agradecimiento, un abrazo, un te quiero. Un sello de afecto por tantos silencios, o por tantas palabras. El claustro de profesores y la Universidad desearíamos haber estado a la altura de sus expectativas. Quien seguro que lo han estado son sus hijos, sus hijas; quien seguro que lo han estado son vuestros padres, vuestras madres, vuestras familias. No desaprovechéis la oportunidad de un día que quedará marcado en vuestro mapa vital.
Dejémonos de beneplácitos y hablemos de retos. Todo parece indicar que os toca hacer lo que nuestras generaciones no hemos sabido hacer, o, si hemos actuado, el resultado es más que cuestionable. Hoy dejáis la Universidad, lo que quiere decir que sois Universitarios, con mayúsculas.
Me la creo. La Universidad no es un lugar, es una forma de vida que marcará vuestro futuro. El paso por la Universidad no solo os hace buenos profesionales; os transforma en personas reflexivas, conocedoras de vuestro entorno, de crítica sistemática, intérpretes de la realidad y, por lo tanto, mucho más libres.
Y por eso tenéis trabajo por delante. Parece que os toca dignificar esta bendita profesión de comunicadores, hoy en los sótanos del desprestigio; os toca uniros, defender vuestros derechos, independientemente del medio en que trabajéis, de la línea que tengáis; es un sector laboral complicado, nos dicen; tendrán que trabajar sin cobrar en algunos casos… porque queremos. Claro, que si aceptamos del poder ruedas de prensa sin preguntas, ¿qué no aceptaremos de los propietarios de los medios? Dignidad, colegas de profesión, recuperemos la dignidad que nos hemos dejado por el camino.
Os toca colocar al público y a los valores sociales por encima del vil parné. Que ni cuatro ni cuatro mil euros socaven vuestro autorreconocimiento. Trabajad por mejorar la sociedad, no para someterla, mientras además el aire se hace irrespirable bajo un montón de monedas.
Y hablando de sociedad; deseo que veáis una sociedad justa, donde el otro sea parte de uno, viva debajo del Sáhara, o piense de manera diferente. En la que no hipotequemos ni el aire ni el agua de las generaciones futuras y donde la tierra sea algo más que un solar para exprimir y secar. En la que la experiencia sea más valorada que la fuerza y donde las armas callen ante el sonido de la palabra.

3. Os toca

Si veis esa sociedad es que habréis trabajado por ella. Y me temo que no quedan muchas opciones, os toca. Que nadie os robe el protagonismo de vuestro futuro y menos en vuestro nombre.
Ahora las aulas se irán quedando vacías, perdiendo poco a poco el eco quedo de vuestras voces, como un murmullo que se aleja y se aleja. Hasta el silencio. Alguien apagará la luz y cerrará la puerta. Nada parece haber pasado. Desde fuera nadie podría imaginar los anhelos, las amistades, las complicidades, los conflictos, los miedos, las alegrías, las frustraciones, la camaradería, los enfados… en resumen, toda la vida que allí se ha concitado. Nadie podría imaginarlo… ¿o sí?
Sé de algunos que sí, porque no necesitamos imaginarlo, lo hemos compartido. Y os agradecemos todo lo que nos hemos enriquecido de vosotros, lo que aprendemos de vuestro trabajo, de vuestra manera de ser. Disculpad por favor los errores y las renuencias que, involuntarias, seguro hemos cometido. Quisiera que en vuestro recuerdo pesara más la dedicación vocacional, los esfuerzos, las tantas y tantas horas empleadas en un único fin: vosotros, vuestra formación. Y sí os lo reconozco, esto no es un lamento: ninguna labor puede ser más gratificante.
Se acabó. Este acto conjunto de cuatro años baja el telón, para no volver a levantarlo jamás. La música exultante, preludio del adiós. Llegó.
Adiós colegas. Que la fortuna os guíe hasta la dicha y, si alguna vez miráis atrás, que una sonrisa ilumine vuestro rostro.
Adiós.

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