Tuvimos la oportunidad de entrevistar a nuestra compañera Teresa Sanchis, graduada hace unos años en la carrera de arquitectura. Nuestro interés inicial luego de conocerla fue conocer, desde su perspectiva, el proceso de cambio entre la vida estudiantil y laboral, entre muchas cosas más. Teresa, nos contó que su primer contacto con el mundo laboral fueron unas prácticas realizas en el estudio RCR Arquitectos (ganadores del Premio Pritzker 2017) trasladándose luego a Madrid para realizar practicas en el estudio de Alberto Campo Baeza: «En Madrid estuve un total de dos años y medio, trabajando primero con Alberto y luego en un estudio que se enfocaba en viviendas unifamiliares, en el cual tuve mucho más contacto con la obra». Para, finalmente, regresar a su ciudad natal y fundar un estudio de arquitectura con sus compañeros arquitectos Francisco y Álvaro Hidalgo.
Álvaro Hidalgo, Teresa Sanchís y Francisco Hidalgo.
Sabemos que has ganado varios concursos de arquitectura, háblanos de algún concurso que haya marcado en especial.
El que más me marcó sin duda fue ‘Una Torre para volar’ de Fundación Arquia. Se trataba de diseñar una torre con un espacio muy espiritual y fue un ejercicio muy bonito. Realmente traté de pensar qué quería que sintiese la persona que acudiese a esta torre y planteé un recorrido y un espacio que respondiese lo máximo posible a lo que quería que sintiese al llegar aquí. La llamé La Torre de la Esperanza. Fue uno de los proyectos premiados en esa edición de los premios Arquia y gracias a eso pude hacer mis prácticas en el estudio Campo Baeza.
Torre de la Esperanza
Acabas de recibir junto con tu estudio un premio por el COACV. Cuéntanos en qué consiste el proyecto y cómo es la experiencia de ser reconocido con un premio.
El proyecto es un ejercicio de economía de medios: sacar lo máximo de poco. Actuábamos en un parque existente y creemos que el quid de la cuestión fue saber detectar correctamente qué zonas funcionaban ya en el parque y qué zonas necesitaban un replanteamiento, concentramos todo el presupuesto que teníamos en esas zonas. Nuestro otro objetivo fundamental fue buscar generar un paisaje de juego, un marco en el que los niños pudiesen dar rienda suelta a su imaginación libremente, sin seguir unas instrucciones. De hecho, hoy en día los niños siguen sorprendiéndonos cuando vemos como utilizan los elementos de ese paisaje de juego de maneras que nunca habíamos pensado.
Proyecto premiado por el COACV.
Finalmente, quisimos pedirle un consejo para los alumnos que aún estudian la carrera, en donde nos recalcó que «no dejen escapar las oportunidades de formarse y de hacer cosas que cuando se lancen al mundo laboral ya no van a tener tiempo de hacer».