Ecológica, bioclimática, consciente: la arquitectura sostenible es aquélla que tiene en cuenta el medio ambiente y que antepone la eficiencia de los materiales y de las técnicas constructivas en su proyección. Un enfoque sostenible totalmente necesario y de plena actualidad que nos debe orientar hacia un mayor respeto por la naturaleza, el planeta y las personas que en él habitamos.
Con Patricia Pozo, doctora en Arquitectura, hemos podido debatir sobre conceptos como el bioclimatismo o las estrategias medioambientales. Conceptos que, contrariamente a lo que uno pueda pensar, no son tan nuevos como parecen…
La arquitectura sostenible, un concepto clásico
Patricia, ¿de dónde surge la idea de la arquitectura sostenible? ¿Es algo post-moderno, o tiene algo más de recorrido histórico?
Antiguamente, la arquitectura clásica ya trabajaba la estrategia constructiva y de materiales como algo autóctono y local, pensando en una geografía y lugar concretos. Paulatinamente esa concepción cambió hacia una visión más moderna, que es cuando empezaron a surgir problemas: edificios mal orientados, problemas de climatización, de confort y bienestar, etc. Uno de los principios de la arquitectura sostenible pasaría por volver a ese origen histórico y situar bienestar de las personas en el epicentro.
La eficiencia energética y el cambio climático han generado, sin duda, una nueva corriente de arquitectura que, de hecho, es casi una especialidad en sí misma. Pero no hay que olvidar otras facetas de la sostenibilidad que tocan cuestiones sociales y que son también muy importantes. Es necesario abordar y normalizar la accesibilidad de los edificios, por ejemplo. Y este es un tema que a veces se olvida, sobre todo cuando nos encontramos ante una arquitectura más escultórica, pensada más para impresionar al ciudadano.
La cooperación internacional tampoco debe olvidarse, y a veces se aprende mucho de cómo se construye en sitios menos favorecidos. En África abunda, por ejemplo, la autoconstrucción basada en materiales autóctonos: las comunidades construyen sus poblados con los mejores materiales a su alcance, algo mucho más sostenible que la réplica.
¿Por qué crees que hay personas que reniegan de la sostenibilidad? ¿Es posible una arquitectura sostenible que a la vez sea moderna y atractiva visualmente?
Ante realidades como el desafío medioambiental, uno siempre se encuentra con defensores y detractores. Hay personas que asocian la sostenibilidad a una moda pasajera, a algo novedoso y a la etiqueta “eco” o “bio”. Otras personas siguen negando el cambio climático. Pero existen estudios que demuestran que el clima está evolucionando y que hemos de impulsar un cambio. También es cierto que antes no existía el grado actual de construcción, de transporte o de movimiento que genera tantos problemas medioambientales. En cualquier caso, creo que el debate es necesario y enriquecedor; hay que entender todas las posturas, por escépticas que éstas sean.
Que industrias como la moda o la arquitectura adquieran conciencia y propongan soluciones o alternativas está muy bien. En arquitectura hay un referente, que es Antoni Gaudí: todas sus construcciones cuentan con referencias vegetales. El trencadís, tan propio, no deja de ser una obra de reciclaje: él no desechaba los azulejos rotos, sino que los reutilizaba y los convertía en obra de arte, en una fachada increíble. Es esa percepción lo que es importante y ayuda.
Gaudí estaba muy conectado con la naturaleza; de hecho, su arquitectura intentaba reflejar esa naturaleza a través de la forma y la geometría. Algunas construcciones posteriores han cambiado esa visión; no estoy segura de que las nuevas fachadas de la Sagrada Familia sean exactamente como Gaudí las ideó, pero sí se ha mantenido por ejemplo la idea de la verticalidad. Algo que llamara a los fieles, que sobresaliese sobre la trama urbana que ideó Cerdà, y consiguiese ser referente en Barcelona. Es una obra de una potencia vertical enorme, pero sin perder la curva, lo orgánico.
Esto de la arquitectura sostenible no es una moda y, de hecho, es un tema que conectas con Historia del Arte, una de las materias que impartes aquí en la ESET. ¿Por qué crees que la arquitectura clásica era más sostenible que la moderna?
La diferencia entre los imperios clásicos romano y griego, y las ciudades islámicas también, respecto a las actuales, es sustancial: la construcción se pensaba entonces muy racionalmente y contemplando la ciudad como conjunto. Si uno visita una ciudad romana, griega o islámica, siempre encontrará una referencia cultural. Es decir, la identidad de esas ciudades va indisolublemente ligada a una cultura y, a partir de ella, se pueden entender los espacios que conforman la ciudad. Y también de acuerdo a la geografía, al clima y a los materiales autóctonos.
Cada cultura desarrolló sus ciudades alrededor de sus espacios públicos. En el Islam, por ejemplo, la mezquita es el punto central alrededor del que se articulan todos los espacios de encuentro e intercambio: las plazas, el bazar, los mercados. Por otro lado, la climatología también influye en su arquitectura privada y la planificación urbana: un trazado denso, orgánico, con calles estrechas para favorecer la sombra y casas muy cerradas al exterior. Casas que, sin embargo, se abren a patios interiores que, aparte de tener otras connotaciones, bioclimáticamente cumplen muy bien su función. Con estos patios se recoge el frescor, ya que es ahí donde se acumula el aire frío, e introducen fuentes y estanques para generar evapotranspiración. Al proyectar un edificio, habría que pensar en todos esos elementos: la localización, la orientación, la ventilación…
El paisaje actual es totalmente diferente y no sé qué es mejor o peor. Sí considero importante que un arquitecto se plantee por qué una ciudad romana, griega o musulmana funcionaba tan bien y por qué se pensaban tanto a nivel urbano y constructivo.
El presente y el futuro de la arquitectura sostenible y ecológica
Doha, Dubái… ¿ves en estas grandes ciudades trazas de la cultura islámica? Son muy aparentes, pero parecen versiones hipermodernas de Nueva York…
Y no sólo esas ciudades; en la actualidad, hay una tendencia imparable hacia el icono. Hay una idea en arquitectura que es el edificio como icono o como reclamo a nivel turístico. En París, por ejemplo, se construyó la torre Eiffel como símbolo de la revolución industrial y de la identidad de una época. Francia y París han pasado a ser simbolizadas con este icono. De hecho, se suponía que se iba a desmontar y ahí sigue.
Esta tendencia no es más que la búsqueda de una identidad: “somos una ciudad moderna, cosmopolita, abierta a la innovación y al diseño”. Y por ello se crean edificios potentes, como grandes rascacielos, que asociamos al poder y al músculo económico. No se vela por la arquitectura sostenible.
En Dubái o en Qatar se asocia todo a la idea de opulencia, de un lujo emergente y excesivo. Y esa riqueza debe materializarse en edificios muy potentes visualmente que se puedan elevar a la categoría de icono. Las cuatro torres del CTBA de Madrid siguen esa estela: se construyeron para romper el cielo de Madrid y al final se han convertido en un reclamo. Aquí no afectó tanto porque Madrid no deja de ser una ciudad europea con mucho recorrido histórico, pero en Qatar es algo muy radical: se están construyendo enormes estadios de fútbol en medio del desierto, en un país sin tradición deportiva.
Hay muchos edificios que se crean sin pensar en su sostenibilidad: el vidrio es un buen ejemplo. Se usa mucho porque queda muy bien, viene del movimiento moderno que refuerza las ideas de limpieza, modernidad, tecnología o transparencia. Sin embargo, en climas muy cálidos tiene un efecto desastroso y requiere de una enorme inversión en climatización y mantenimiento. Todos estos edificios nuevos, pero carentes de una estrategia bioclimática adaptada al lugar, caerán en desgracia si no se invierte en ellos. No son sostenibles, tampoco desde un punto de vista económico.
¿Crees que existe un futuro profesional para los arquitectos en materia de sostenibilidad?
La sostenibilidad ya es una especialización en sí misma. La arquitectura siempre se ha ido adaptando a las necesidades de la época, al movimiento artístico que primase, a la economía, a la sociedad… Hace años vivimos un boom que acabó en crisis y que trajo consigo una planificación urbana descontrolada. Se dejó de pensar en el bien de la sociedad y se quiso aprovechar el espacio al máximo para buscar la rentabilidad. En arquitectura pasamos de tener casas amplias, con techos altos, más metros, a tener espacios más reducidos.
Ese boom también alteró el paisaje; pienso, por ejemplo, en el Mar Menor y todo el destrozo ecológico de la desmesura constructiva. Económicamente generó turismo, pero a nivel medioambiental el impacto en esa zona ha sido enorme.
«La sostenibilidad ya es una especialización en sí misma que está generando puestos de trabajo.»
Los arquitectos de mi generación nos incorporamos al mercado laboral precisamente cuando estalló esa burbuja, y fue entonces cuando empezó a escucharse el tema de la sostenibilidad; como análisis de la realidad del momento y también como crítica hacia modelos ajenos como el de ciudad-jardín británica o el suburbio americano.
Las nuevas generaciones de arquitectos son conscientes de la situación, tanto a nivel urbano como de edificación, y comienzan a especializarse en esta área: eficiencia energética, sostenibilidad, cooperación internacional… En universidades como la CEU UCH también empiezan a integrarse estas ideas en el programa académico. Y considero importante que los estudiantes sean partícipes de esta realidad y que se generen debates sobre el mundo que les rodea y cómo mejorarlo.
La mayoría de las personas que se han especializado en estas áreas están actualmente trabajando, dentro y fuera de España. Es una especialidad que se ha instaurado en la sociedad y que está generando puestos de trabajo.
¿Hay algún ejemplo en España que consideres un buen ejemplo de sostenibilidad arquitectónica?
De nuevo, he de referirme a los clásicos. La inercia térmica, por ejemplo, es un fenómeno que permite mantener temperaturas estables en el interior de los edificios. Esto se ve muy claramente en las catedrales, las iglesias, o incluso en las casas de pueblo. Se trata de construcciones de paredes gruesas, una masa que genera esa inercia térmica y que recoge el calor en invierno, y el frío en verano. Parece algo muy simple, pero el confort y la protección térmica se consiguen gracias a la utilización de esa técnica constructiva. Con este ejemplo ya se puede entender qué son el bioclimatismo y la sostenibilidad.
Ejemplos en arquitectura moderna podría poner muchos pero, por traerlo a casa, destacaría la casa solar del Solar Decathlon Europe. Fue un concurso en el que participamos con una casa energéticamente eficiente, y cuyo proyecto final fue muy aplaudido. Fue una gran experiencia porque las universidades participantes presentaron propuestas muy interesantes: recuerdo una casa con revestimiento de arcilla que creaba un curioso y efectivo efecto botijo, u otros proyectos de edificios autosuficientes que además volcaban la energía sobrante en la ciudad.
La creatividad y la búsqueda de soluciones no están desde luego reñidas ni con la tecnología ni con las técnicas constructivas.