Viaje al Centro de… Valencia

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El pasado 10 de octubre, con la resaca de la celebración del día de la Comunidad Valenciana, los alumnos y alumnas de RELIGIÓN, CULTURA y VALORES del primer curso de Magisterio de la UCH CEU, y acompañados por su profesor, Alfonso Martínez-Carbonell, tuvieron su segunda actividad extraescolar por el centro de Valencia, aprovechando un maravilloso día soleado. Descubrieron lugares vicentinos, la Catedral de Valencia y la Iglesia del Patriarca, un poco de las raíces culturales y religiosas de nuestra ciudad.

Tras la vista cultural, haciendo gala de su vocación literaria,  un grupo de alumnas relató la experiencia vivida a través del siguiente cuento que en sí mismo ya es un material didáctico para futuras visitas con alumnos escolares.

Las curiosidades de Reichel

Autoras: Paula Palmero, María Guasch y  Cristina Navarro

Reichel es una niña de 10 años que está muy emocionada porque va a hacer una excursión con el colegio al centro de Valencia. Cuando todos estaban reunidos en la Plaza de la Reina, a Reichel le comenzaron a sonar las tripas, tenía mucha hambre y se fijó en un escaparate lleno de apetecibles helados, fue ahí donde se entretuvo comprándose un helado de stracciatella mientras los demás iniciaban la excursión.

Sola y aturdida, Reichel decide preguntar a una mujer que paseaba cerca de ella:

– Perdone señora, estamos de excursión y he perdido a mi clase, lo único que sé es que íbamos a buscar «cosas Vicentinas«.

La señora le dijo:

– ¿Ves esa calle de allí?, es la calle del Mar, si la sigues toda recta encontrarás muchas cosas que tienen que ver con San Vicente y es posible que te reúnas por fin con tus compañeros.

Sin perder ni un segundo, Reichel siguió las indicaciones. Conforme se iba acercando hacia la calle indicada se preguntó: ¿Por qué recibirá esta calle este nombre? ¿Habrá una playa? ¿Necesitaré un bikini?

Sin darse cuenta, esas preguntas se las estaba formulando en voz alta, a lo que un señor que pasaba por allí, las escuchó y no pudo contenerse de responder la curiosidad de la pequeña con una sonrisa en su rostro:

-¡Que graciosa eres y que curiosa! Verás… esta calle recibe este nombre porque hace muchos años, cuando la ciudad estaba amurallada, los valencianos solo podían acceder hacía el mar a través de ese camino, que tenía salida en la Puerta de la Mar. Si continuas recto esta calle podrás comprobar por ti misma que esto que te digo es cierto, al finalizar la calle atraviesas un jardín y aún está allí la Puerta de la Mar.

La niña le dio las gracias devolviéndole la sonrisa al señor tan gentil y continuó su búsqueda sin perder el ritmo.

Nada más adentrarse en la calle, observó la primera seña Vicentina, calle cárcel de San Vicente Mártir. Se adentró en esa calle, pero tan solo pudo ver una casa con puerta de madera donde dedujo que podría ser la cárcel, nadie le abrió la puerta al llamar así que no pudo averiguar más cosas, y decidió volver sobre sus pasos para continuar por la calle del Mar, donde más adelante atravesó una plaza muy bonita.

-¡Anda qué sorpresa! Esta plaza se llama » Plaza de San Vicente Ferrer», otra seña Vicentina, ¡qué bien! aunque este no es el mismo San Vicente de antes y encima sigo sin encontrar a mi clase, tendré que seguir adentrándose en esta calle.

Finalizándola, encontró la casa Natalicia de San Vicente Ferrer, donde a su vez se encontraba el grupo de sus compañeros, y el profesor explicando cosas acerca de este, en ese mismo instante, narraba los milagros:

»Llegó a oídos de las autoridades que mucha gente hablaba sobre los milagros de San Vicente Ferrer y entonces le ordenaron a este no obrar ningún milagro más. Un día, iba por la calle San Vicente y un obrero se iba a caer del andamio pero milagrosamente lo detuvo en el aire y le dijo: – Espérese señor obrero, voy a pedir permiso, a ver si puedo obrar un milagro y salvarle. »

Dentro de sí misma, Reichel, después de estar unos segundos junto al grupo sin que nadie le dijera nada, pensó:

¡Qué bien no se han dado cuenta de que no estaba, me libraré del castigo!

El profesor, Diego, les indicó que iba a mostrarles donde estudiaba San Vicente Ferrer, el antiguo Real Convento de Santo Domingo, el cual, actualmente se conoce como Capitanía. Una vez allí, toda la clase observó la majestuosidad de aquel edificio y el monumento de San Vicente Ferrer, el cual señalaba hacia el cielo y le coronaba una frase » Temed a Dios y darde gloria’’.

A continuación, se dirigirían hacía la Facultad de Teología San Vicente Ferrer, lugar donde estudian los seminaristas, y mientras, durante el camino, pudieron observar la Iglesia de San Juan del Hospital, con una fachada muy austera pero grandes rasgos góticos que de seguro, por dentro sería maravillosa; La Iglesia de San Esteban, donde descubrieron una tradición valenciana “los niños bautizados en la pila de San Esteban, no morirán nunca de accidente”, esto les llamó mucho la atención a toda la clase. También se adentraron por detrás del Palacio de los Almirantes de Aragón para intentar entrar, pero sin éxito, a los baños del Almirante, lugar público donde la gente podía ir a darse baños de vapor, pero sólo pudieron ver la puerta de acceso de arquitectura islámica. Continuando hacia la facultad de Teología, también conocieron la casa Natalicia de San Luis Beltrán, estudiante Dominico, al igual que San Vicente Ferrer y a su vez patrón de Colombia.

Tras todos estos lugares visitados, era el momento de conocer más información acerca de San Vicente Mártir, puesto que de San Vicente Ferrer ya tenían muchísima información, aunque nuestra pequeña Reichel, ya había descubierto algún dato sobre él, nada más empezar su camino tras la pérdida del grupo.

Para ello, pasaron por detrás de la Real Basílica, justo al lado de la Catedral de Valencia, encontrando unas ruinas soterradas bajo una especie de piscina.

-¿Sería ahora la oportunidad de ponerme el bikini? Con el calor que hace y todo el camino recorrido, me lanzaba sin pensármelo, aunque no cubre mucho- pensó Reichel.

Antes de entrar en la Catedral, donde les habían comentado que estaba el brazo de San Vicente Mártir, a espaldas de esta, encontraron una segunda cárcel, la  de San Valero. Este, aunque no lo parezca, estaba muy vinculado a la vida de San Vicente Mártir, puesto que cuando era un joven de 22 años fue diácono del obispo de Zaragoza, San Valero. Además de haber sido grandes compañeros, el obispo era tartamudo y le pidió a San Vicente que predicara en su nombre, yendo siempre juntos.

Volviendo a la misma plaza en la que Reichel se perdió, la Plaza de la Reina, entraron a la Catedral de Santa María por la Puerta de la Misericordia, conocida como la Puerta de los Hierros, subiendo en primer lugar, al Miguelete. Como nuestra amiga es tan curiosa, comenzó a contar todos los escalones de subida a la torre y mientras se formuló otra pregunta: ¿por qué se llamaría Miguelete? ¿Hallaría la respuesta al llegar al final de los escalones?

Pero lo único que consiguió al finalizar su cuenta, fue saber que había sido capaz de subir nada más, ni nada menos, que 207 escalones, sin realizar una sola parada y sin encontrar en su frente una gota de sudor, ¡toda una campeona!

-¡Guau que vistas más increíbles de Valencia! desde mi casa nunca lo había podido ver así, es verdaderamente impresionante, pero tengo aún que saber por qué he subido una torre llamada Miguelete, mmm… le preguntaré a esa joven que está observando esa piedra que pone vértice geográfico, parece simpática.

Tras formular su pregunta, la chica respondió:

– Verás, esa campana tan grande que ves sobre nuestras cabezas se llama la campana de San Miguel, este era un santo con fama de proteger la ciudad de tormentas y males, por ello esta torre recibe ese nombre, para proteger a la ciudad de Valencia.

Resueltas todas sus curiosidades descendió de nuevo las 207 escaleras de la torre para explorar la catedral, donde le quedaría mucho aún por conocer, sobre todo en cuanto entro a la Capilla del Santo Cáliz.

-¿Por qué se llamaría así esa capilla? ¿Tendrá guardado el Santo Cáliz? y ¿cómo llegaría eso a Valencia si no era de aquí?

Nuestra curiosa Reichel era insaciable y millones de preguntas recorrían su pequeño cerebrito sin descansar ni un segundo, por ello, su profesor, Diego, mientras se sentaron dentro de la capilla a observar el Santo Cáliz, que como muy bien había intuido nuestra pequeña curiosa, se hallaba allí guardado, le cuchicheó las respuestas a sus inquietudes.

-El Santo Cáliz es la copa de la última cena de Cristo junto con los 12 apóstoles. Gente muy estudiosa la analizó y saben que procede de Palestina del siglo I, así que está considerada como el Santo Cáliz. Además es una copa muy viajera, el papa San Pedro la recogió y guardó en Roma, pasando de papa en papa hasta el s. IV, cuando la iglesia era perseguida y el Papa Dámaso se la dio a un diácono, San Lorenzo, para que la custodiara durante las persecuciones en su ciudad natal, Jaca. Allí estuvo, en la Catedral de Jaca, Hueca, hasta la llegada de los árabes, cuando la copa fue enviada al monasterio de San Juan de la Peña, donde los frailes se la regalaron al Rey de Aragón, Alfonso el Magnánimo, quien hizo un relicario con la copa y aquí es cuando llega a Valencia. El rey de Aragón, pidió dinero prestado a la Iglesia y dio como fianza el relicario. Desde entonces estuvo oculta en Valencia, pese a que durante la Guerra Civil tuvo que ser escondida durante dos años en un pequeño pueblo llamado Carlet, hasta el final de los días de guerra, cuando regresó a la ciudad. ¿Ahora entiendes todo mejor? ¿Ya sabes cómo llegó hasta aquí la copa?

– ¡Si, muchas gracias! ¡Cuánto sabes! ¡Vaya copa más viajera! y ¡cuánto dura! más que los vasos en mi casa. – respondió Reichel.

Finalizando su visita a la Catedral, fascinada por su gran amplitud y belleza, se dirigió con sus compañeros a visitar el altar, lleno de frescos con un retablo que escondía la imagen de la virgen María; la parte trasera del altar, con ocho capillas, donde descubrieron el gran órgano y una pequeña capilla, donde se encontraba el famoso brazo, el cual todos estaban ansiosos por ver: el brazo de San Vicente Mártir.

“Ha sido una gran tarde, donde he conocido muchas cosas de Valencia, aún me queda mucho más por conocer y visitar de esta hermosa ciudad, entre ellas, la Iglesia del Patriarca, pero será más adelante, porque hoy estoy ya muy cansada…”

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