No podemos olvidar que nuestra Universidad se denomina CEU Cardenal Herrera y menos todavía los que nos dedicamos a los estudios de Magisterio.
Aquí les ofrecemos un artículo sobre la gran labor educativa realizada por el que fuera obispo de Málaga, Don Ángel Herrera, en las zonas más pobres de su diócesis, publicado en el número de mayo del boletín informativo mensual de la ACdP.
Madrid | JOSÉ MARÍA LEGORBURU
La ingente obra educativa y evangelizadora desarrollada en el campo malagueño por Ángel Herrera Oria mediante las escuelas-capilla tuvo en las maestras a las colaboradoras más perfectas; en ellas, que eran la mayoría, pero también en algún que otro maestro, que también los hubo. Esos jóvenes provenientes del campo, tal y como quiso don Ángel para que se identificaran con sus alumnos, desempeñaron ejemplarmente su labor. De ello habló largamente en el Círculo de Estudios de Crítica Política del Centro de Madrid quien fue uno de sus responsables: Rafael Pineda.
Se puede hablar de un proyecto integral o, mejor dicho, de un magisterio integral. En las entrañables escuelas-capilla, se enseñó a los niños por el día y se alfabetizó a los adultos por la tarde; por la noche se daba catequesis de unos y otros y si era necesario se hacían gestiones administrativas y hasta se ponían inyecciones.
Pero, lo que es más importante, con su trabajo abnegado se hizo verdadero apostolado. Todo un ejemplo. En la Asociación tenemos la suerte de contar con algunas compañeras del Centro de Málaga que entregaron su vida a esta misión. También contamos con algún alumno en nuestras filas, testimonio vivo de esa labor. De vez en cuando, en la pujante Málaga actual, particularmente desarrollada y en progresión constante desde las últimas décadas del siglo pasado, se destaca esta callada labor.
La propagandista Estrella Molina tuvo la oportunidad de estar presente en el homenaje tributado por el Ayuntamiento de Ronda a Pilar Albarracín. Esta maestra de 85 años ha entregado su vida al magisterio rural en Almáchar, Los Prados y Molino Arco, haciendo realidad el sueño de Herrera, como destaca el boletín diocesano. Fue nuestra compañera Elena Moreno quien la incorporó al proyecto. Albarracín explicó que a su primera escuela-capilla había que llegar a pie «cruzando con botas el río y agarrada a un palo». Allí, enseñó «a leer, escribir, sumar y a rezar delante de las imágenes…»