La economía colaborativa (término acuñado por Ray Algar en 2007) significa compartir bienes y servicios con la intermediación de plataformas digitales. La lógica subyacente es que los propietarios de muchos bienes los utilizan solo una fracción del tiempo disponible, y, asimismo, hay personas que estarían dispuestas a pagar por utilizarlos en determinados momentos. Las nuevas tecnologías permiten poner en contacto a ambas partes, y, adicionalmente, minimizan el problema de la información asimétrica. Esto último acontece cuando una de las partes tiene mayor información sobre el bien o servicio. Las nuevas aplicaciones permiten que unos usuarios valoren a los otros, por lo que el problema se minimiza en gran medida.
Una de las empresas que más auge está teniendo dentro de la economía colaborativa es Uber. Fundada en el 2009 y con sede en San Francisco, su actividad consiste en poner en contacto, a través de una app del móvil, a dos usuarios: uno con un coche, tiempo y ganas de ganar algo de dinero, y, otro, con el deseo de desplazarse de un sitio a otro. En prácticamente todos los países en los que se ha ofertado el servicio ha generado una oposición beligerante por parte de los taxistas, con gran ruido mediático y posicionándose parte de la sociedad a favor y parte en contra.
En la mayor parte de los mercados el vendedor decide el precio del producto o servicio que vende, la cantidad de producto o servicio fabricado y sus características. El sector del taxi se aparta de la norma general, de forma que está sujeto a una estricta regulación. Los precios de están marcados por los ayuntamientos, de igual manera que la cantidad de servicios ofertada, ya que para poder operar en el sector es necesario disponer de una licencia. Asimismo las características de los vehículos también están sujetas a regulación. Para valorar el debate abierto con Uber es necesario saber cuáles son las causas de la singularidad del mercado del taxi, si el cambio tecnológico las ha modificado y explicitar cuales sería la regulación actual que maximizara el bienestar conjunto de los participantes en el mercado.
Para justificar la severa regulación en el mercado del taxi se aduce que este, por sus características, presenta ciertos fallos de mercado. En concreto la regulación del precio se explica por la existencia de elevados costes de negociación; si el precio fuera libre, deberíamos negociar con el taxista que paramos y si no nos convence parar a otro. En el caso de un producto o servicio con un punto de venta fijo ya sea físico o por Internet (panadería, banco, supermercado, Amazon, tienda de venta de electrodomésticos…), el coste de comparar entre distintos vendedores por la existencia de precios variables es, obviamente, mucho menor y son más que compensados por la competencia y señales que genera. También existe un problema de información asimétrica ya que el cliente desconoce el estado del coche, si el taxista conoce las calles… lo que justificaría que se regulen las características del servicio.
La irrupción de las plataformas digitales ha solventado el problema de los costes de transacción, ya que la aplicación establece un precio que el usuario conoce de antemano. De igual manera los problemas de información asimétrica son minimizados dado que los usuarios, a través del la aplicación del móvil, valoran el servicio expulsado a los conductores que no llegan a un mínimo. En relación a la limitación de la oferta por la necesidad de disponer de una licencia para operar, El argumento que se suele esgrimir para limitar las licencias sostiene que los mayores ingresos derivados de la limitación de la competencia podrían ser invertidos en incrementar la calidad del servicio. El razonamiento anterior es muy endeble y de hecho una manera más eficaz de conseguir ese objetivo sería la regulación directa de la calidad del servicio. Por el contrario los costes sobre los consumidores son muy perniciosos.
En relación al efecto de las licencias y la limitación de la competencia de la teoría microeconómica sabemos que las estructuras de mercado que implican unos menores precios y una mayor cantidad producida son las competitivas, en este caso el excedente total que genera el mercado es máximo (es decir el bienestar para los participantes en el mercado es el mayor posible). En el otro extremo se encuentra el monopolio (un único oferente) en el que los precios son mayores, la cantidad producida y el excedente de los consumidores es el menor de todas las estructuras de mercado. Conforme la competencia aumenta los precios disminuyen y la cantidad producida y el bienestar total se incrementan. Las licencias son barreras a la entrada que limitan la oferta y la competencia, incrementan los precios y reducen la innovación tecnológica y mejoras en el servicio, reduciendo el excedente y bienestar global de los participantes en el mercado. Las rentas monopolísticas extraordinarias obtenidas por los taxistas en detrimento de los clientes se observan en los valores a los que cotizan las licencias en las principales capitales, su valor se encuentra en torno a los 150.000 euros, que es en promedio las rentas extraordinarias que obtienen los taxistas por su situación de privilegio a costa de los usuarios del taxi.
Como hemos visto Uber tiene éxito porque ha dado respuesta a situaciones que antes solo podían solventarse por medio de una férrea regulación y que ahora las nuevas tecnologías permiten solucionar. En relación a la existencia de barreras a la entrada el argumento que se suele esgrimir para limitar las licencias sostiene que los mayores ingresos derivados de la limitación de la competencia podrían ser invertidos en incrementar la calidad del servicio. El razonamiento anterior es muy endeble y de hecho una manera más eficaz de conseguir ese objetivo sería la regulación directa de la calidad del servicio. Por tanto para maximizar el bienestar de los ciudadanos, fomentar la competencia y la innovación tecnológica, habría que: 1.- eliminar las barreras de entrada en el mercado, posibilitando que cualquiera que cumpla con los requisitos legales pueda trabajar de taxista. 2.- establecer un marco legislativo que permitiera que empresas como Uber pudieran operar. La única crítica legítima de los taxistas es que Uber está efectuando una competencia desleal debido a que los “trabajadores” de Uber no pagan impuestos por su actividad. Para solucionar esa situación no habría que prohibir Uber, sino hacer que los que “coches Uber” estén sujetos al pago de impuestos por la actividad que realizan.
En teoría el gobierno debe ser el garante del interés y bienestar general, si bien como sabemos al menos desde la teoría de la elección publica de James Buchanan, los gobiernos tienen objetivos propios que intentan alcanzar, siendo el principal ganar las elecciones. Por lo tanto muchas decisiones políticas no están basadas en el interés general sino que son aquellas que recaban el mayor apoyo social. Los grupos de presión bien organizados, como el gremio de los taxis intentar mantener sus tesis y sus privilegios a costa del conjunto de la sociedad, aduciendo que ello es en defensa de los ciudadanos (seguridad, calidad del servicio…). Solo una sociedad civil informada y activa será capaz de conocer y defender sus verdaderos intereses, este artículo tiene como propósito, en la medida de lo posible, contribuir al debate y al conocimiento de la realidad.