¿El progreso tecnológico destruye empleos?

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Cada etapa de avance en la tecnología por el que ha pasado la humanidad ha estado acompañada por el temor de la destrucción de empleos, no es algo nuevo. Desde que las máquinas se han «entrometido» en el trabajo del hombre por diversas causas, este último se ha sentido desplazado e incluso amenazado. Varias han sido las acusaciones de «destructor de empleos» hacia el desarrollo tecnológico pero, ¿hasta qué punto es esto real?

Antes de que podamos obtener una conclusión sobre esto tenemos que empezar entendiendo lo que ha significado el progreso tecnológico para las sociedades y como estas se han visto afectadas. El economista Friedrich Hayek, ganador del Premio Nobel de Economía, entendía el progreso como «un proceso de formación y modificación del intelecto humano; un proceso de adaptación y aprendizaje en el cual no solo las posibilidades conocidas por nosotros, sino también nuestros valores y deseos cambian constantemente.» y a su vez considera que «la civilización es progreso y el progreso es civilización.» Es decir, una sociedad se estanca a no ser que progrese.

El beneficio que ha aportado la tecnología en todos los aspectos a las personas en los últimos años ha sido enorme. Con respecto a la salud, un claro aumento en la esperanza de vida deja en obvio su provecho. A comienzos del siglo XX el promedio de vida en España rondaba los 35 años, sin embargo, en la actualidad es uno de los países con mayor esperanza de vida del mundo (83 años) y esto es gracias en gran medida al avance tecnológico. Si nos centramos en el bienestar de la sociedad, ejemplos tan claros como el avión, el cual nos asegura viajar entre continentes en cuestión de horas y los automóviles, que han permitido salvar vidas en el caso de una ambulancia y un camión de bomberos o inclusive máquinas que han permitido la reducción significativa de accidentes en trabajos de alta peligrosidad.

Ahora viene la interrogante, ¿el progreso tecnológico destruye empleos? La respuesta es más negativa que afirmativa. Por una parte tenemos que el avance en la tecnología produce un traslado de los empleos de un sector obsoleto a otro que no lo es y el nivel de obsolescencia del sector depende en su totalidad de los consumidores. Un ejemplo es el paso del carruaje al automóvil. Cuando el primero se volvió obsoleto las fábricas que los producían terminaron en la bancarrota, sin embargo, el sector automovilístico creció exponencialmente creando una cantidad de empleos superior a la que existía en las fábricas de carruajes, los cuales fueron ocupados en parte por aquellos que se encontraban en el sector obsoleto.

Del mismo modo ocurrió con el paso de la máquina de escribir al ordenador. Para nada es casualidad que caídas bastante relevantes del paro coincidan con sucesos importantes en la tecnología tal como el Internet y es innegable su beneficio a la humanidad.

Por otra parte, podemos encontrar un avance en tecnologías sin la necesidad de sentenciar al sector como obsoleto, es decir, la aparición de nuevas maquinarias podría provocar una sustitución del trabajador en momentos específicos, sin embargo tenemos que entender las consecuencias de esto.

La causa fundamental por la que se incorporan nuevas tecnologías en una empresa, fábrica o negocio es el abaratamiento de costes o la búsqueda de la innovación. Al momento de conseguir alguno o ambos objetivos satisfactoriamente y lograr un aumento en los beneficios se está incentivando a que nuevos entusiastas entren al sector lo cual tendrá como resultado la creación de empleos.

Hay que tener en cuenta que esta intromisión de la tecnología siempre produce un aumento en la productividad, en la eficiencia y una disminución en los precios que permitiría a las personas con menores ingresos acceder a una mayor cantidad de bienes y servicios.

En la Gran Bretaña del siglo XIX, la indignación de las personas por la aparición de las máquinas que producían tejidos era grande ya que consideraban que los tejedores de telares a manos serían los más afectados al verse reemplazados, sin embargo, esto redujo los costes logrando ser más asequibles.

El economista estadounidense, Thomas Sowell, comentaba sobre este punto lo siguiente: «hoy, en una era de abundancia, donde hay tanta ropa adecuada, se da su existencia por descontado (…) Es difícil imaginar el sufrimiento soportado por muchas personas en siglos pasados que no tenían cómo pagar su vestimenta para protegerse de la intemperie.»

La cantidad de empleos generados por el sector textil aumentó exponencialmente gracias a la intromisión de maquinarias y tecnología. Los trabajos de varios tejedores de telares a mano se «perdieron» puntualmente, pero esto dio paso a la creación de mayores empleos y de mejor calidad.

Podemos concluir que, a no ser que el mundo se vea dominado totalmente por las máquinas, algo que sucede solo en las películas de ciencia ficción, no tendríamos que preocuparnos por el progreso tecnológico. La demonización de estos avances solo ha producido un recelo en la sociedad hacia mejores condiciones de vida. Si bien es impertinente catalogar todo progreso como «bueno», lo es a su vez culpar al desarrollo de la tecnología del desempleo.

 

1 COMENTARIO

  1. El proceso tecnológico destruye empleos obsoletos y crea empleos nuevos. El problema es el drama que se genera algunas veces en torno a la extinción de determinados empleos, ya que muchas personas no tienen ese afán de superacion personal y se ven eclipsados por las condiciones de su entorno, sumergiéndose en una profunda frustración personal.

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