Concepción Arenal: la mujer que se vistió de hombre para estudiar Derecho

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Concepción Arenal. Fuente: rtve.es

Hoy hace 122 años que nos dejó Concepción Arenal. Nació en Ferrol el 1820, quedó huérfana de padre a los nueve años, y cinco años después su familia se trasladó a Madrid.

Con 22 años, y en contra de la voluntad de muchos, empezó a asistir como oyente a las clases de la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid, actual Universidad Complutense. Para ello tuvo que vestirse de hombre, pues en aquel momento las aulas universitarias eran un lugar vetado a las mujeres.

No obtuvo título alguno, pero de la Universidad se llevó dos regalos: su marido, Fernando García, un hombre adelantado a su tiempo que luchó con ella por defender los derechos y la dignidad de los oprimidos y de los olvidados; y su vocación, el espíritu de jurista que la empujó a cambiar España.

«La sociedad no puede en justicia prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del género humano». C. Arenal.

Concepción publicó diversos artículos en la revista La Iberia, cuyo editor era su marido. En 1857 falleció Fernando, y a partir de entonces, Concepción se centró en sus preocupaciones humanitarias y sociales, que plasmó en su ensayo La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad (1860), publicado inicialmente con el nombre de su hijo, quien entonces tenía sólo diez años. Cuando se descubrió que ella era la verdadera autora, la Academia de Ciencias Morales y Políticas le concedió su premio por primera vez a una mujer.

Pero si podemos destacar uno de los empeños de Concepción Arenal, sería su incansable lucha por mejorar la situación de los reclusos. En 1964 fue nombrada visitadora de prisiones de mujeres, y con esa experiencia escribió Cartas a los delincuentes (1865) donde abordó la necesidad de reformar el Código Penal. La publicación de esta obra provocó su destitución inmediata.

Durante esa década, Arenal se preocupó también por la defensa de los derechos de los niños, y por la abolición de la esclavitud. En 1868 fue nombrada Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres, cargo que desempeñó hasta 1873. En 1870 fundó La Voz de la Caridad, periódico que durante sus catorce años de existencia fue plataforma para denunciar los abusos e inmoralidades que se producían en las cárceles de la época.

Concepción Arenal impulsó innumerables proyectos benéficos y colaboró con la recién creada Cruz Roja, tanto en la administración, como en la dirección de un hospital durante la tercera guerra carlista. A partir de 1875, se alejó de la vida pública y se centró en la escritura de lo que posteriormente serían consideradas sus mejores obras, como La cárcel llamada Modelo, Estudios penitenciarios (1877), su Ensayo histórico sobre el derecho de gentes (1879) -su obra jurídica más importante sobre Derecho Internacional-, La instrucción del pueblo, obra premiada por la Academia de Ciencias Morales y Políticas, o  La educación de la mujer (1892).

En sus últimos años de vida, Concepción dejó de publicar, pero, a pesar de su avanzada edad y precaria salud, continuó colaborando con muchos periódicos de la época. En el mes de enero de 1893 su salud empeoró, y finalmente falleció el 4 de febrero. Sin embargo, aunque hayan transcurrido ya 122 años de su muerte, su espíritu luchador sigue presente, y hoy la recordamos con una de sus frases que mejor sintetiza su esfuerzo y sabiduría:

«Abrid escuelas y se cerrarán cárceles». C. Arenal.

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