Yesica Civera, de Prácticas en la Escuela 2 de la Cañada
Desde que empecé a estudiar el Grado en Educación Infantil, una de las frases que más he podido escuchar por parte de mis profesores/as ha sido la siguiente: “Lo más importante es respetar los ritmos de cada niño/a”. Sin embargo, cuando salimos de la universidad dispuestos a realizar la mejor de las misiones como docente, nos damos cuenta de que la realidad es bien distinta: vivimos en un mundo marcado por la competitividad, la cual se ha instaurado en todos los ámbitos de nuestra vida, pues ni los más pequeños se libran de ella.
¿Quién no ha escuchado alguna vez estas frases llenas de orgullo? Por ejemplo: “mi hijo ya sabe escribir…” o “mi hija ya sabe leer…”, y no refiriéndose a niños/as de 6 años o más, sino a aquellos que tienen entre 3 y 5 años.
Para quien lo desconozca, en nuestro país, la educación infantil no es una etapa obligatoria y en su currículum no aparece como objetivo de ciclo que los niños/as deban terminar sabiendo leer y escribir, sino que únicamente contempla que los pequeños/as deben iniciarse en habilidades lógico matemáticas y de lectoescritura. Sin embargo, la realidad que vivimos es muy distinta, y es que los centros se han propuesto que sus alumnos/as de infantil deben terminar esta etapa con nociones de lectura y escritura. Entonces, ¿dónde queda aquello de respetar sus ritmos?
Por lo tanto, tras corroborar este hecho durante mi primera experiencia de prácticas, pensé que jamás podría experimentar y conocer el significado real de aquella frase, que se me quedó grabada a fuego… Hasta que llegué a Escuela 2.
Lo primero que me encontré al entrar el primer día fueron un montón de sillas apiladas en torres y 4 mesas arrinconadas en un extremo de la clase, que dejaban un enorme espacio libre en el aula. Ver aquello hizo que en mi cara se dibujara una sonrisa: “No tienen a los niños eternamente sentados”, pensé.
Llegó la hora de ponerse a trabajar: mi tutora de prácticas me comentó que las tutoras de infantil montaban unas actividades para los niños/as, y que las cambiaban semanalmente. Con aquella primera explicación no entendí mucho, y la curiosidad me invadió hasta ver el resultado final.
Una vez montado, se me acercó y me dijo: “Nosotros no utilizamos libros de texto. Nuestros niños/as aprenden con esto y son ellos los que eligen qué quieren aprender, cuándo lo quieren aprender y cuál va a ser el material que van a utilizar para ello”.
En aquel momento, de la sonrisa que todavía permanecía en mi cara, salió una gran carcajada, fruto de la satisfacción. Por fin, aquellas palabras que mis maestros/as siempre nos recordaban en sus clases magistrales cobraron todo el sentido del mundo para mí.
Yesica Civera Molina, alumna del Grado en Educación Infantil en MAGISTERIO UCH CEU
Enlaces de interés:
Web del Colegio: www.escuela2.es