Ser maestro conlleva un estilo de vida

Un año más, repito colegio, Juan Comenius de Valencia, en primero de infantil, justamente, en la clase de las Gaviotas.

Ser maestro conlleva un estilo de vida.

Ser maestro conlleva levantarse cada día con una sonrisa, llegar al colegio y que tus niños consigan hacerla crecer. Conlleva ser partícipe del crecimiento de un niño. Conlleva una superación personal. Conlleva ser la guía de cada uno de los niños durante sus primeros años de vida académica, cruciales. Conlleva limpiar mocos, sí, pero y qué bonito. También conlleva, enseñarles a limpiárselos. Conlleva aguantar lloros casi todos los días, a casi todas las horas. Pero también conlleva tener la capacidad de hacer que se les pasen en un chasquido de dedos. Supongo que será, “algo especial” que tenemos aquellos que, como vocación, hemos elegido esta profesión. Un estilo de vida.

La vida es como si cogiéramos un bote de cristal vacío y lo llenáramos con pelotas de golf. ¿Estaría lleno?, y si después le añadimos canicas, ¿estaría lleno? Probemos, finalmente a llenarlo con arena, y ahora, ¿estaría lleno? Bien, pues las pelotes de golf simbolizan los pilares de la vida, aquellas cosas que aunque no haya canicas ni arena, siguen estando. Las canicas simbolizan aquellas cosas que también son importantes pero que, a lo mejor, algún día pueden faltar. Y finalmente, la arena son aquellas pequeñas cosas que hacen que todas las cosas importantes sean aún mejores. Ser maestro también conlleva tener una canica o una pelota de golf estropeada por la razón que sea, y que un niño consiga ser la arena, en este caso “arregladora”, que consigue las pelotas de golf o las canicas pasen durante un tiempo a un segundo plano.

Qué fácil es escribirlo, seguro que no es para tanto, pero si no hacéis nada, estáis todo el día pintando y coloreando.. y tantas otras cosas que una persona estudiante de magisterio ha tenido que escuchar. Bueno, pues y qué, prefiero estar así y es lo que me hace feliz.

Son tres meses de Prácticas en los cuales coges un cariño especial a muchos de los niños. Tu les das amor pero ellos te lo devuelven multiplicado por dos, el suyo es diferente, como escribió una de mis compañeras, es “amor del bueno”, del de verdad, es amor inocente, sin maldad. Y eso amigos, creo que es más bonito y más gratificante que cualquier tipo de amor.

Como el día que llegan los Reyes Magos de Oriente al colegio. Vaya día de nervios, sonrisas que no acaban y están todo el día presentes, día de regalos y miles de deseos por cumplir.

Recuerdo especialmente, este año, una niña de mi clase que se acercó, se subió a mis rodillas y me dijo:

M: Mira voy a hacer como si fueras el Rey Baltasar, que es que Andrea, es el que más me gusta.

A:  A ver dime, ¿te has portado bien?

M: Pues sí, claro. Pero es que te voy a decir una cosa.

A: A ver dime

M: Es que ¡te voy a echar de menos estas navidades tantos días sin venir al cole!

Además, voy a escribir algunas de las cosas más graciosas que he vivido con varios alumnos.

Al principio de curso, hablando con una de las niñas de 3 años, le conté que yo al colegio acudía en bicicleta. La niña me preguntó si no me cansaba y le expliqué que no, que vivía cerca. Y ella me dijo: “si te lo digo porque mi papá dice que él no va en bicicleta porque se cansa y le duele mucho el ratón”. Lo cual no entendí hasta que al rato comprendí qué era eso del ratón.

En mi clase de Gaviotas, hay un niño menos maduro que muchos de sus compañeros, y además hay que tener en cuenta que es muy gracioso hablando y todavía no pronuncia muy bien. Un día se resbaló y se cayó al suelo. Seguidamente, me levanté en su ayuda y se levanto y mirándome me dijo “Andrea Andrea, corre, vamos a por pegamento que me he hecho una herida y necesito pegármela” (¡se le había levantado un poco la piel!)

 

Andrea Moreno, alumna de MAGISTERIO CEU-UCH

Doble grado en Educación Infantil y Educación Primaria.

 

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