Era un miércoles en el colegio Gregori Mayans de Gandía y tocaba psicomotricidad en la clase de 4 años, por lo tanto nos pusimos todos en fila y subimos al gimnasio. No era un miércoles cualquiera, este me tocaba a mi dirigir la clase, realizar actividades divertidas y educativas. Guiar a 30 niños en un lugar lleno de distracciones y juegos.
Todo iba de maravilla, los alumnos hacían los circuitos, se pasaban los balones, saltaban a la cuerda incluso hacíamos grupos y jugábamos a juegos como el pañuelo. Llegó el momento de la relajación, todos los alumnos formaron un círculo en el suelo y de repente !PUM! se cerró la puerta causando mucho ruido y un gran susto.
Entonces los niños comentaron lo siguiente:
– !Ostras! Eso tiene que ser un fantasma.
– Es verdad, menudo susto.
En el momento que todos los niños comentaban a que se debía el portazo de la puerta Pau dijo:
– Chicos, los fantasmas no existen. Fijaros en las ventanas, están abiertas y entra aire. El aire hace que la puerta se cierre.
Cuando Pau explicó como se había cerrado la puerta a todos sus compañeros, demostró que aunque solo tenga 4 años es capaz de resolver los problemas él solo. Por eso, hay que creer en los alumnos porque, ¿qué educador no cree en ellos? Todos guardan algo dentro y hay que dejar que lo descubran.
Cristina Miguel Ferrer