¿Diferente?

En estas prácticas he sentido como poco a poco la palabra “diferente” se va perdiendo, y es que todo comienza desde muy pequeños. Estoy en una clase de primero de Educación Infantil. En mi clase hay un niño con necesidades educativas especiales, tiene ciertas actitudes que hacen pensar que podría tener un trastorno del Espectro Autista (TEA). Él está gran parte del día en un aula específica llamada aula CYL (comunicación y lenguaje). No obstante, comparte con sus compañeros las rutinas por la mañana, el tiempo de descanso, la clase de psicomotricidad, el patio y muchas veces el tiempo de juego libre.

Para sus compañeros, él es un niño como otro cualquiera, le dan abrazos, comparten los juguetes y en clase es uno más. Ninguno encuentra extraño que él se vaya de clase de vez en cuando con otra profesora o bien que tenga ciertos movimientos estereotipados y aguante poco tiempo sentado en la silla. Al contrario, no ven nada extraño puesto que han compartido el día a día desde el principio de curso.

Todas las mañanas, entra en el colegio y hace la fila con los de su clase, después deja la chaqueta en su taquilla, entra en el aula para hacer la Asamblea y nos da los buenos días. Poco a poco va dando pequeños pasos en su autonomía y aprendizaje. Estoy muy contenta de poder compartir el día a día con él. Es un niño muy cariñoso y enérgico. Le encanta repetir las palabras que le dices y se lo pasa en grande cuando le haces cosquillas. Es más te pide que sigas diciendo: “Cosquillas, cosquillas”.

Creamos prejuicios desde muy temprana edad, bien por el físico o por las apariencias, a veces incluso por tener algún tipo de trastorno del desarrollo. Pero eso puede cambiar, todos formamos parte del aula y de la escuela. Todos formamos parte de una educación inclusiva.

Laura García

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