Suma y sigue…

Han pasado dos meses desde que comenzara mi estancia de prácticas en el Colegio Camarena Canet. Cada día que pasa va sumando experiencias valiosas que me aportan nuevos aprendizajes y un sinfín de muestras de afecto por parte de los niños que están allanando el camino haciendo que esta andadura sea de lo más gratificante, tanto a nivel profesional como personal.

Nos trasladamos a la clase de 3 años. Ha llegado la primavera y, con ella, un nuevo trimestre en el que el color morado es el protagonista. Todos sentados en el rincón de la Asamblea, ven a “la seño” mezclar dos colores (azul y rojo) en una botella.  Conforme se iba volviendo morado, sus ojos reflejaban tal asombro que empezaron a decir que ¡estaba haciendo magia! Pero no se quedó ahí; fuimos llamándoles uno a uno para pintar sus manitas con el color “de la botella mágica” … Qué caritas de sorpresa al verlas plasmadas en el papel porque estaban plenamente convencidos de qué les había pasado la magia ¡No pudo ser más tierno!

Es bien sabido de la importancia que tiene la música durante los primeros años de vida, así como los beneficios que ésta aporta en el desarrollo integral del niño/a, y es por ello que es relevante integrarla en las aulas de educación infantil. Aspecto, hasta el momento desconocido para mí, cuya veracidad he comprobado gracias a que he podido participar en distintas sesiones de música con niños de 4 años. Una experiencia brutal ¡de qué manera disfrutaban! (¡y, como no podía ser de otra forma, te hacen disfrutar a ti!).  Empieza la clase a ritmo de Rock and Roll. El “mestre” de música toca con la guitarra una conocida canción, le acompaño con un xilófono, los niños se unen siguiendo la melodía con maracas, campanas o cajas chinas, siendo la fusión ¡una auténtica “pasada”! A continuación, el aula de música se convierte en toda una aventura propia de Indina Jones.  Las risas inundan el ambiente y la felicidad brilla en sus ojos ¡Aunque no es para menos! El juego consiste en hacer un circuito, ¡con piscina de bolas de colores incluida!, hasta llegar a una pared donde hay imágenes de las notas musicales; una vez allí, los pequeños deben entonar el ritmo, propio de cada una de ellas, para poder seguir jugando.

Seguimos con la clase de 4 añitos. Me dispongo a leerles un cuento. Elijo dos de los que están en clase y que, evidentemente, conocían a la perfección. Pero, una vez más, ¡me lo vuelven a poner fácil! interactuando conmigo como si fuera la primera vez que los escuchaban.  Al terminar el último, me piden otro. Improviso y les digo que vamos a contarlo, pero todos juntos, indicándoles que voy empezar una historia que deben ir siguiendo uno a uno según lo que haya contado el compañero que tiene al lado. De repente, un niño se acerca a mí y me cuenta una magnífica aventura de un dragón blanco que vivía en la nieve… La imaginación y la naturalidad al contarla me dejaron anonadada, pero, sobre todo, lo hizo su coherencia. Igual estamos ante un futuro escritor ?

Y como después del 4 va el 5, a la clase de los “mayores” me remito. Después de explicarles las fichas que tenían que hacer, en las que debían contar y pintar bonitos nenúfares, juncos, árboles y flores, así como punzar peces para colocarlos en el mar y trabajar la direccionalidad, pude presenciar mi primer cumple. Suena la canción “Cumpleaños feliz” del grupo Parchís, inevitablemente, me pongo a bailar. Cuando me doy cuenta, un grupo de niñas están imitando lo que hacía ¡nos salió un baile muy divertido! Aunque lo mejor fue verles estirar de los hilos de las piñatas, que habían traído los papis del nene que cumplía añitos, y sus caras de emoción cuando empezó a caer confeti, monedas de chocolate, gusanitos… Pero, sin lugar a dudas, me quedo con verles compartir, no sólo con sus compañeros sino con “la seño” y conmigo ¡admirable!

Gloria Almiñana Rosalén

Alumna de 3º de Magisterio Educación Infantil

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