Rosa March de prácticas en el Colegio CEU San Pablo
Impredecible, es el tiempo que necesita cada niño para interiorizar ciertos conceptos y llevar a la práctica algunos buenos hábitos.
Esto se puede comprobar cada mañana cuando se despiertan y han de prepararse para ir al colegio, las palabras más comunes que resuenan en el silencio de la casa suelen ser “venga, haz esto, haz aquello, que tenemos prisa y no llegamos”. Sus respuestas son una mezcla somnolienta de conductas reactivas, torpes en su mayoría, y realmente cargadas de intenciones diferentes al propósito de llegar puntuales al colegio.
Pues esta mañana he tenido el privilegio de ser testigo, durante casi una hora, del fruto espontáneo de la paciencia y la educación que mi marido y yo, como padres razonablemente imperfectos, hemos dado a nuestros hijos durante casi once años.
Nuestros hijos, además de arreglarse sin protestar, han dirigido el ritmo de mi preparación para acudir al primer día de prácticas como profesora en la clase de tercero de Primaria B.
Mientras preparaba sus bocadillos, después de haber desayunado, noté que tenía a uno de mis hijos pegado a mí espalda y me preguntó: ¿no te vas a hacer un almuerzo para ti?, sí hijo sí le contesté.
Después esa misma personita de nueve años asomó la cabeza por la puerta de la habitación y me dijo: Mamá tú vístete normal que los profesores de prácticas que vienen a mi clase siempre van así, normales. ¡Ah! Y si los niños gritan, tú cállate, así se darán cuenta de que quieres decirles algo. Otra cosa, ten mucha paciencia.
Pasaron unos minutos y apareció mi hija en el baño: ¿Mamá no te pones brillo en los labios?, sí hija sí, estaba en ello. Ella continuó, mira mamá te van a preguntar de todo, en mi clase preguntan por si tienes novio, cuántos años tienes. Claro a ti te preguntarán si tienes hijos…
Mamá tú vístete normal que los profesores de prácticas que vienen a mi clase siempre van así, normales. ¡Ah! Y si los niños gritan, tú cállate, así se darán cuenta de que quieres decirles algo. Otra cosa, ten mucha paciencia.
Ya casi arreglada, caminaba por el pasillo y mi hijo me mira y me dice: Vas muy bien mamá seguro que te dan abrazos.
Mi marido miraba todo lo que sucedía desde el fondo del pasillo y cuando estábamos a punto de irnos me preguntó: ¿Estás contenta?, le dije, mucho. Ahí se resumió la alegría de todo, ver a nuestros hijos preocuparse por los demás y notar que algunas veces puedes disfrutar de la educación que intentas transmitir.
Llegué al colegio y como me dijeron mis hijos los niños de tercero B literalmente se lanzaron a darme abrazos mientras me preguntaban, si me iba a quedar con ellos y qué cuanto tiempo iban a durar mis prácticas.
Rosa March Marqués. Alumna de grado en Educación PRimaria de