Amor del bueno

Tengo el privilegio de estar haciendo prácticas en el Colegio Guadalaviar, el mismo en el que pasé varios años de mi infancia: en la misma clase, en el mismo patio, con mis profes…

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Trabajar con niñas nunca es aburrido, de hecho podríamos editar un libro con las anécdotas diarias, inocentes y tiernas que nos regalan las alumnas.

El caso es que los profesores, desde mi punto de vista tenemos la mejor profesión del mundo. Vemos la recompensa de nuestro trabajo día a día y además tenemos la suerte de recibir “amor del bueno” que le llamo yo. Los abrazos y los besos llenan nuestra jornada, desde primera hora de la mañana hasta que ésta termina.

Cierto es que educar requiere paciencia, esfuerzo y dedicación, pero nada se considera suficiente cuando te regalan una sonrisa o una tierna mirada. Ojalá todas las profesiones recibiesen lo mismo que recibimos nosotros cada día. Ese amor que nos impulsa a no decaer y ser cada día mejores personas. Aprendamos a ser un poco más como los niños, a juzgar menos, a ser mejores personas, más sencillos y regalemos más “amor del bueno”: sonrisas, miradas, abrazos sinceros… Pues al fin y al cabo es lo que realmente nos llena de felicidad.

Marta Costa

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