¿Cómo olemos y cómo dejamos de oler durante el COVID19?

El tristemente famoso virus SARS-CoV-2, el “bicho” tras el COVID-19, es capaz de desencadenar un abanico de síntomas, siendo la anosmia (perdida de olfato) uno de lo más característicos. Otros virus, incluidos algunos coronavirus, también producen anosmia, pero parece que el temido virus lo hace de una forma diferente al resto.

¿Cómo se pierde el olfato por el Covid-19?

Para responder esta pregunta, y comprender sus consecuencias, hay que empezar por conocer cómo funciona el olfato, es decir quiénes y qué mecanismos están detrás de la percepción, la discriminación o el recuerdo de los olores. Conozcamos a quién ataca al virus y el daño que produce.

¿Cómo funciona el olfato?

Comenzamos a oler cuando detectamos y transducimos compuestos químicos volátiles. Es decir, todo comienza con la conversión (transducción) de una sustancia química en un impulso eléctrico. La transducción sensitiva es realizada por quimiorreceptores integrados en neuronas. Estás células sensoriales residen en la mucosa olfativa, que es un jardín de células y fluidos, situado en la región superior de la cavidad nasal. En el interior de este jardín, las neuronas olfativas viven en equilibrio con otros tipos celulares, formando un ecosistema celular en equilibrio y dependencia. Nuestra capacidad olfativa depende de mantener ese equilibrio.

Las neuronas olfativas tienen dos extremos, uno para detectar y otro para transmitir, esté último, el axón, asciende y atraviesa la frontera ósea que separa la cavidad nasal del cráneo, en su camino, el axón no viaja sólo, viaja junto a millones de axones, que unidos forman el nervio olfatorio, el cual se adentra en la cavidad craneal hasta alcanzar los bulbos olfatorios.

¿Qué son los bulbos olfatorios? son estructuras cerebrales localizadas en la región anterior del cerebro, y ventral al lóbulo frontal en humanos, funcionalmente son el primer sistema de integración y respuesta a los impulsos procedentes de la mucosa olfativa. En los bulbos convergen miles de millones de impulsos procedentes de la cavidad nasal, donde son procesados y transmitidos posteriormente a la corteza olfativa.

Si miramos el diseño anatómico básico: mucosa-bulbo-corteza, es una marca filogenética altamente conservada en el reino animal, aunque si comparamos las especies, podemos diferenciar entre animales macrosmáticos, aquellos con un sentido del olfato altamente desarrollado y vital para su vida, y animales microsmáticos, aquellos donde el olfato está menos desarrollado frente a otros sentidos, como el caso de los humanos o las aves. Los animales macrosmáticos, como roedores, paquidermos o cánidos, entre otros muchos, presentan unas mucosas y unos bulbos proporcionalmente más grandes que el de los humanos, así como un mayor número de receptores olfativos.

Hoy día los humanos dependemos más de la vista y del oído para vivir que del olfato, pero nuestra vida es más gris y pobre sin el olfato. Todo los que han perdido el olfato han sufrido la pérdida de los sabores, de los perfumes, de las estaciones, de los cuerpos, de los hogares, de todo lo que tiene un olor especial, fuentes de placer cotidiano, además de perder un detector de peligros, alimenticios y ambientales. Quizá algunos padres con niños pequeños hayan encontrado alguna ventaja, pero mínima frente a lo perdido. Por suerte, salvo excepciones los infectados por el virus recuperan el olfato en semanas.

Olfato

Siendo animales microsmáticos, los humanos contamos con 10.000 receptores para detectar compuestos químicos volátiles, nuestro armamento biológico, estos receptores están codificados por genes que suponen el 3% del DNA codificante, una cifra alta, que representa la relevancia evolutiva de este sistema sensitivo. Los receptores están repartidos entre 20 millones de células olfativas, en números redondos. Es decir, cada célula con su receptor tipo, (uno de los diez mil posibles), está equipada y preparada para discriminar un olor. Por lo tanto, podemos agrupar las neuronas en función del tipo de receptor, las neuronas tipo a, b, etc., y lo que ha demostrado la ciencia, es que las neuronas de un tipo (es decir las que detectan un grupo químico) envían su señal a la misma zona del bulbo, a glomérulos específicos, donde realizan las sinapsis (comunicación) y se codifica la información. Posteriormente, cada glomérulo enviará la información a regiones concretas de la corteza olfativa, creando patrones eléctricos distintos, una sinfonía eléctrica. Aquí reside un proceso de integración y convergencia de señales que esconde el secreto de la discriminación de los olores.

Además de su función de reconocimiento y discriminación, el olfato es una máquina del tiempo única, mejor que el Delorean o que el fantasma de las Navidades pasadas, hay olores particulares que nos transportan a la infancia, a los veranos en la playa, a la casa de la abuela, a ella o a él, a momentos únicos de nuestra vida. Otros sentidos evocan también el pasado, pero el olfato es especial, no lo puedes convocar, cómo si puedes hacer con las imágenes o las palabras. No, los olores no funcionan así, los aromas necesitan ser olidos, aparecen y desaparecen, y si tienes la suerte de encontrar uno especial te arrastrará al pasado, es una sensación única y potente.

El poder evocador del sistema olfatorio reside en su estructura y conexiones cerebrales. Dentro del cerebro, desde los bulbos olfatorios, el tracto olfatorio transporta axones para formar sinapsis con la corteza olfatoria sin conexiones previas en el tálamo, cómo, por cierto, si hacen el resto de los sentidos especiales. En la corteza olfatoria, y en sus conexiones con otras zonas del encéfalo, los patrones de señales eléctricos enviados desde los bulbos producirán respuestas autónomas, como la salivación, y también crearán la percepción y memorización del olor. Este contacto directo e inmediato con la corteza (y sus conexiones) otorgan la asombrosa capacidad de los olores para desencadenar recuerdos emocionales y primitivos, pero, además, la corteza olfatoria primaria se coloca inferior y medial al lóbulo temporal, donde se procesan recuerdos y emociones. Directo y cerca de la memoria y las emociones, ahí reside la magia.

¿Cómo un virus termina con la capacidad de reconocer, discriminar, disfrutar o recordar cuando olemos el café recién hecho, o saboreamos nuestro plato preferido?

Sabores y olores, Pérdida Olfato Covid 19

Desde el aire el virus se cuela en la cavidad nasal, en su interior encontrará una mucosa, ascenderá y alcanzará la mucosa olfativa, localizada en la parte dorsal (arriba) y caudal (posterior), por esa razón, hasta ahí te meten el “palito” para la PCR o para la prueba de antígenos. La mucosa está formada por dos tipos de tejido, epitelial y conjuntivo. El tejido conjuntivo se denomina lamina propia, se encuentra entre el epitelio y el hueso etmoides, y esconde muchos secretos, pero el virus alcanza primero el epitelio olfativo, el jardín de los olores, la primera capa celular de la mucosa, formada por una población celular heterogénea, entre la cual se esconde la diana del virus.

Veamos quién reside en el epitelio olfativo, donde han descrito diferentes grupos celulares, siendo tres los principales, conozcamos su nombre y función principal:

  1. Neuronas olfativas, maduras e inmaduras (neuronas bipolares, ciliadas; transducción química-eléctrica)
  2. Células basales (células madre, fuente de nuevas células olfativas)
    • El epitelio olfativo presenta una tasa constante de regeneración, por suerte para todos dado su función protectora.
  1. Células de sostén (células no neurales, epiteliales, soporte fisiológico, homeostasis extracelular y asilamiento eléctrico de los cilios neurales)
    • Glándula serosa de Bowman (producción de moco, ambiente para captación, limpieza, renovación)

Una vez que un compuesto volátil, un potencial olor, alcanza el epitelio olfativo, se disolverá en el moco y se unirá a proteínas específicas formando un complejo compuesto-proteína, este complejo se unirá más tarde a los receptores celulares situados en los cilios de las neuronas olfativas. Los receptores responderán al estímulo, desencadenando una respuesta celular que generará un impulso eléctrico, que recorrerá el axón y será transmitido a la corteza olfativa, como ya hemos visto. Todas las células juegan su papel para que esté proceso tenga lugar.

Pérdida Olfato Covid 19

¿Cómo el COVID19 produce la pérdida de olfato? ¿A quién infecta?

Los datos parecen indicar que el virus tiene una gran afinidad por el epitelio olfativo (más que otros epitelios, como los de la tráquea o los pulmones) lo que hace de la mucosa olfativa un lugar de concentración del virus, un reservorio vírico. Parece que el virus produciría un efecto inflamatorio localizado en la mucosa olfatoria, activando células inmunes en la lámina propia y el epitelio. Además, no infectaría a las neuronas, pero sí a las células de sostén. Es decir, el virus afectaría de forma indirecta la función de las neuronas, a través de la inflamación y de la infección de las células de sostén, procesos que alterarían el epitelio olfativo, entre otros efectos, afectarían el desarrollo de los cilios de las neuronas, reducirían la expresión de receptores y desestabilizarían el equilibrio químico, es decir, destroza el jardín celular, y así, el virus elimina nuestra capacidad para oler.

¿Por qué se creé que el virus COVID 19 no afecta a las neuronas olfativas (pero tampoco se descarta)?

Entre otros datos, porque las neuronas no expresan cantidades detectables de ACE2 (receptores de tipo 2 con actividad convertidora de la angiotensina), es decir, no expresan el receptor al cual se ancla el virus para penetrar en las células (aunque podría penetrar por otros receptores, o las neuronas producirlo en un estado de inflamación), quién sí expresa ACE2 son las células de sostén. Además, otros virus (incluidos coronavirus) producen también anosmia, tras síntomas de un resfriado común, ya saben mocos e inflamación generalizada, bien pues en estos casos, la recuperación tarda más y suele venir con alteraciones transitorias del olfato, debido a que las neuronas deben ser reemplazas y luego, las nuevas y jóvenes neuronas deben conectar correctamente con el bulbo. Sin embargo, este patrón no es habitual en pacientes con COVID19, donde, normalmente, el olfato desaparece de repente, prácticamente de forma súbita, para aparecer luego sin alteraciones destacables, aunque se han descrito diferentes sintomatologías.

Otros síntomas del COVID19

Además del olfato, algunos pacientes han padecido perdida del gusto y de otras sensaciones químicas. Los datos parecen sugerir que el virus infecta a las células de epitelios y del sistema vascular, afectando a la función neural. No se descarta nada, porque falta mucha investigación, pero se abre una vía de investigación que cada vez genera más interés, estudiar el papel que las células de sostén, de la periferia, menos estudiadas que las neuronas, juegan en el funcionamiento nervioso. Una investigación de gran relevancia, dado que, a nivel patológico, muchas enfermedades pueden ser anticipadas por problemas olfativos.

Si quieres saber más sobre efecto del COVID-19:

Virus, mascotas y animales de experimentación

Virus, mascotas y animales de experimentación

 

Este post está construido sobre las clases de fisiología de los sentidos impartidas durante el segundo curso, en el Grado en Veterinaria de la Universidad CEU UCH, es una continuación sobre los temas tratados y las cuestiones planteadas.

Referencias: 

  1. Neuron
  2. Science Direct 
  3. Investigación y Ciencia
  4. The Nobel Prize

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