El don de la gratuidad

Hace unos años descubrí mi vocación. Algunos podrán pensar que a esto no se le llama vocación, sino trabajo, proyecto de vida laboral; aquello que quieres ser o lo que te quieres dedicar en el futuro. Pero en mi caso no es así, he podido comprobar una vez más que ser maestra es una vocación; mi vocación, lo que verdaderamente me llena, me hace feliz, crecer y ser mejor persona.

Todo comenzó el 9 de Septiembre cuando inicié mis prácticas en el colegio Guadalaviar de Valencia, unas prácticas que llevaba esperando desde primero de carrera. Cuando llegué al colegio me invadió una inmensa alegría (una sensación que no voy a olvidar), y a la vez un poco de inquietud por si lo sabría hacer, si lo haría bien y si sería capaz de donarme sin reservas a las niñas.

A día de hoy puedo afirmar que estas prácticas están superando todas mis expectativas, mis planes, mis pensamientos…a lo largo de estos meses he visto cumplida cada día la frase que tantas veces he escuchado:

“Aquel que da sin esperar nada a cambio, obtiene más de lo que da”

Y es que estoy recibiendo el ciento por uno. Me siento muy afortunada de estar en el colegio que estoy, de tener un referente de maestro como el que tengo, y de tener las niñas que tengo. Gracias por tantas experiencias, alegrías, vivencias, anécdotas muy simpáticas que estoy viviendo. Gracias por darme tanto gratuitamente, por ayudarme a crecer, a ser mejor persona y profesora cada día.  

Que manera más bonita y alegre de vivir. Esta vocación es un tesoro, día a día me doy cuenta que no hay nada más grande y maravilloso que ser maestra. Estar en un aula con niños, vivir el día a día en el aula es la mejor elección, ¡Y es que ser maestra es lo mejor del mundo!

Ester de Miguel

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