La pasión y el respeto por los animales es la «razón de ser» de la Veterinaria y el principal motor de nuestros alumnos, en el CEU de Valencia. Por este motivo, os presento a Alicia Robles Vivar, que lleva en estos momentos tres años colaborando como voluntaria y socia de una sociedad protectora de animales, aquí en Valencia, la SVPAP. Hoy le he pedido que os relate su experiencia. Ahí va…
«Soy voluntaria y socia de la protectora desde hace 3 años ya…»
Todo empezó de casualidad:
un beagle de un amigo de mi madre, fue operado de hernia discal, mientras en otra jaula, estaba Cora, una mezcla de staffordshire terrier y bóxer, una perra de la Sociedad Valenciana Protectora de Animales y Plantas (SVPAP), que había sido operada y llevaba fijadores externos en una de sus extremidades.
Nos dijeron que, a no ser que Cora consiguiera una acogida al finalizar el postoperatorio, volvería al refugio donde nadie tendría tiempo de darle el reposo y la rehabilitación que urgentemente necesitaba cada día hasta la curación completa si quería conservar su pata. Y así fue como empezamos mi madre, mi hermana y yo, realizando una acogida conjunta.
Recuerdo como Cora, aún llena de vendajes, con collar isabelino para no tocarse la herida, era una perra poderosa, guapísima y con mucho miedo a confiar en las personas. Con una acogida tienes que estar preparado a prestar el tiempo que se necesite y un poquito más. Esperábamos que fuese un mes y se convirtieron en 3 meses de paseos con ejercicio progresivo, visitas al veterinario y a un amigo adiestrador, y mucho, mucho cariño y paciencia. Al principio se hizo largo, pero una vez empezó a caminar, todo fue rápido y me pareció que pasó en un abrir y cerrar de ojos. Se convirtió en una perra rubia (en vez de marrón), que dormía pegadita a nosotras y que nos traía el bozal hasta los pies para pasear.
Cuando Cora estuvo lista para encontrar una familia, teníamos claro que entre todos la habíamos «amansado», pero que ninguno nos la podíamos quedar. Era una perra que necesitaba ser “hija única”, así que nos entrevistamos con 3 familias y todos quedaron encantados con la nueva Cora, curada y sana. Al final, una familia parecía interesada de verdad en ella y sólo necesitaba una prueba de convivencia con ellos y con su gata. Finalmente, la gata, de 12 años, resolvió que no soportaba un animal más grande que ella y Cora tuvo que volver al refugio.
Allí fue como, al principio, solo íbamos al refugio a verla a ella, a pasearla y a estar con ella, para que no se sintiese que la habíamos abandonado. Poco a poco, nos fuimos dando cuenta de que en la SVPAP había tantas y tantas jaulas llenas de perros, además de la de Cora, que nos miraban con carita de “yo quiero un poquito de eso” que pensamos que, a lo mejor, todo ocurría por una razón y que podríamos echar un cable allí.
No fue hasta que nos hicimos habituales de las jornadas de paseos, cuando la gente del refugio nos hizo un huequito en su pequeña gran familia animalista. Y ya, cuando supieron que estudiaba veterinaria en el Ceu, nos metimos de lleno en el meollo como voluntarias y socias.
La reforma que he vivido del refugio ha sido brutal. Cada vez somos más voluntarios y cada uno aporta lo que puede y lo que quiere.
Os cuento cómo estamos organizados:
Cada grupo de animales tiene su jaula. Están las de perros:
- Los recién llegados que tienen su propia zona.
- los que solo toleran estar con uno o dos perros en la misma jaula o por condiciones especiales de movilidad.
- Los que tienen leishmania, para tratarlos todos juntos.
- Los que pueden convivir con otros 10 perros, estableciéndose una jerarquía en la jaula.
- Los cachorros sin vacunar.
- Los abueletes de geriátrico, algo de lo que están muy orgullosos ya que no sacrifican por «overbooking».
Y están las jaulas de los gatos, cada una de ellas con su enriquecimiento ambiental, su zona de juegos y descanso:
- los gatos con FIV.
- los gatos con FeLV.
- los gatos sanos.
- Los gatitos que la mayoría están en las casas con las nodrizas asignadas.
Y por último, está la “zona de hospitalización” con un variado número jaulas separadas para cada perro y cada gato dentro de la caseta, refugiados de las inclemencias, además de una oficina y una zona donde está la farmacia.
Si queréis participar como voluntarios, debéis saber que los voluntarios también pueden formar parte de los grupos establecidos y formados para ayudar en todo lo que se pueda:
- El grupo felino. Como no salen a pasear hay gente encargada de que estén en las mejores condiciones posibles.
- El grupo de bienestar, en el que nos encargamos de paseos de los perros. Hay que tener paciencia y buena mano, porque aunque no puedes pretender enseñarles a pasear saliendo una vez a la semana los que tienen mucha suerte, tampoco puedes perder los nervios porque te peguen estirones o sean escapistas como los más miedosos.
- El grupo de etología reservado a los etólogos y adiestradores en prácticas que intentan encargarse de casos especiales de perros que han perdido el norte al estar encerrados en una jaula sin poder liberar esa energía que tienen.
- El grupo de eventos, donde se encargan de reunir parte del dinero necesario para mantener a flote el refugio.
- El grupo de latitas, pidiendo los permisos pertinentes, nos plantamos a las salidas de mercadona para pedir que nos compren sacos de pienso, latas, lejía, escobas, recogedores y todo lo que se pueda, importante para alimentar a tantas bocas.
- El grupo de limpieza de las jaulas del refugio los domingos y días de fiesta casi 6 horas.
- El grupo de seguimientos, que revisan las adopciones cada cierto tiempo para ver en que condiciones están los animales y si siguen vivos o con el mismo propietario.
- El grupo de transportes, para los viajes refugio-hospital veterinario y viceversa.
- Y se cuenta con algunos trabajadores que sin su esfuerzo diario no sería posible mantenerlo en las condiciones en las que está.
Quiero terminar diciendo que creo que la gente que se mueve en el ambiente de las protectoras, son de una especie distinta. Son gente «loca de remate», pero hay que estarlo de verdad para pararse en el arcén de una carretera para recoger a un animal, para evitar que le atropellen, para regalar el tiempo libre que se tiene para ayudar a animales que no tienen a nadie más, acoger animales en su casa, para pagarles un tratamiento, preocuparte de que tengan calidad de vida, para asegurarse que tengan la familia que se merecen, y en general para darlo todo por ellos sin esperar otra cosa que todo su cariño y gratitud mudas (besitos y movimientos de rabito).
La gente que no conoce su labor y todo lo que hacen no lo valora, por eso hay que difundirlo, porque tienen que tener claro que lo que hacen en las protectoras no lo hace nadie. No cualquiera habría acogido a un animal que todo él era sarna sarcóptica, que hubiese rescatado a un animal con la tráquea a la vista resultado de un degollamiento con algo afilado, de perros de presa rescatados de peleas, a una yorkie con tumores de mama ulcerados, a un bulldog con una lesión medular, de camadas abandonadas a su suerte en contenedores….
Hace falta estar muy locos, pero si hablasen esos 300 perros y 200 gatos, creo que nos lo agradecerían. No lo hacemos para sentirnos mejor, lo hacemos porque creemos que no se puede mirar para otro lado, y porque contra el maltrato y el abandono de cientos y cientos de animales no se puede ser tolerante o no inmutarse. Prefiero estar loca que fingir que esto no va conmigo.
Puede que no cambiemos nada, pero al menos a los animales que tenemos en el refugio les cambiamos su mundo.
Creo que Cora nos estará viendo y que se alegraría de que continuemos con esta labor.