Paola en la ciudad imparable: Beca Santander Iberoamérica

Y al fin, después de tantos meses soñándolo, pisé el suelo de México, otro continente, otra cultura, el comienzo de algo que sabía que iba a dar un giro a mi vida, y no me equivoqué. Así me sentí cuando el 21 de enero de 2018 bajé del avión. Una mezcla entre emoción, miedo e incertidumbre me invadía. Llegué allí sola, con mi mochila, mi maleta y una guía de cosas que hacer y ver en la ciudad y el país.

En el Nevado de Toluca

La guía me la hizo una compañera mexicana que estaba de intercambio en la CEU UCH y venía de la universidad a la que yo iba a ir en México. Me sirvió de mucha ayuda toda su información y recomendaciones, pero sobre todo, el apartado de “vocabulario mexicano”, porque he de decir que, a pesar de que hablemos todos español, tenemos palabras y frases totalmente distintas: era una auténtica supervivencia, pero muy divertido a la vez.

Me estoy adelantando, voy a volver al inicio de todo. Mi nombre es Paola y soy estudiante de Diseño Industrial del Ceu. Durante el tercer año de carrera, en 2016, decidí solicitar la beca Erasmus. Creo que una carrera universitaria no es igual sin el aprendizaje profesional y personal que te aporta una experiencia en el extranjero y más aún si estas en los últimos años de carrera, cuando ya posees una visión más madura sobre tu campo.

Pasé mi cuarto año de carrera de Erasmus en Lisboa, volví y tenía la sensación de que necesitaba más, un cambio más drástico. Había oído hablar bastante de la beca Iberoamericana del Banco Santander, que facilita intercambios de estudiantes entre universidades de Latinoamérica con España y Portugal, y me estaba tentando mucho, hasta que, sin pensarlo, la solicité. Elegí México como primera y, realmente, única opción, ya que era del único lugar de dónde tenía referencias sobre la vida, la ciudad y la Universidad donde iría.

Viajando en "bocho", nombre que reciben los Wolkswagen escarabajo en México"Trajineras" en Xochimilco

Lo que principalmente me motivó a solicitar esa beca fue esa necesidad de más. Si en un año en el país vecino había aprendido tantas cosas que en ningún master se pueden aprender, ¿por qué no iba a aprovechar la oportunidad de aprender todavía más en el otro lado del “charco”? Y elegí, concretamente, la Ciudad de México porque todos los años de carrera había tenido compañeros de intercambio mexicanos y me habían hablado de esa gran ciudad, la buena reputación y calidad de su universidad y, además, mantenía el contacto con ellos a través de las redes sociales. Sobre el terreno del diseño, iría a Ciudad de México el mejor año de todos, en 2018, cuando la ciudad iba a ser la Capital Mundial del Diseño.

«Tuve doble experiencia, de estudios y de prácticas, gracias a un alumni de Diseño del CEu UCH que trabaja allí.»

Y, sobre la universidad a la que iría, la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM, fundada en 1551, tiene una gran herencia cultural. Estamos hablando de la mejor universidad de América Latina, situada entre las primeras en el ranking de las mejores universidades de diseño del mundo. Su campus principal Ciudad Universitaria CU, al sur de la ciudad, está repleto de historia, arte y cultura, por lo que fue nombrada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 2007; además, según la revista Times Higher Education, con sede en Londres, la UNAM es la universidad más bonita de América Latina por su impresionante belleza arquitectónica y la riqueza cultural de sus edificaciones.

Es una de la más grandes del mundo: la extensión de su campus principal CU es de aproximadamente 7 km2 y cuenta con más de 350 mil alumnos. En las fachadas de sus edificios destacan murales hechos por artistas de reconocido prestigio mundial como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Juan O’Gorman, donde ilustran la historia de México.

Lo tenía bastante claro, conforme iba avanzando mi proceso de aceptación de la beca y de admisión por parte de la UNAM, fui investigando sobre México  y cada vez me entusiasmaba más la idea. Llegar totalmente sola me asustaba un poco, así que averigüé sobre un foro llamado Erasmus, donde se orienta y se dan recomendaciones sobre todos los destinos donde se puede ir de intercambio. Ahí contacté con otros estudiantes españoles que irían a México el mismo semestre que yo. Hicimos un grupo de whatsapp y esto facilitó mucho las cosas.

Ya en Ciudad de México, había averiguado sobre las zonas donde vivir en esa enorme ciudad y me decidí por la colonia Roma (allí los barrios se llaman colonias), la misma donde se grabó la película Roma en 2018, de Alfonso Cuarón, barrio burgués lleno de palacetes y caserones de mediados del siglo XX, que ahora se ha convertido en uno de los barrios hipsters más cool y con más diversidad de la ciudad. Lleno de galerías de arte, pop ups con marcas de diseño locales, conciertos, eventos, etc, pero sin perder la cultura y tradición en ciertos oficios que ya se han perdido en muchas ciudades. Precisamente eso era alguna de las cosas que más me gustaban de mi colonia en México.

«Me enamoré de todo: los paisajes, los pueblos mágicos, su color, su comida y toda la alegría que se respira.»

Mi colonia era tranquila pero llena de vida y con muchas cosas que hacer. Aunque, lo de “tranquila” es relativo, si tu “depa” está cerca de la Avenida de los Insurgentes, como era mi caso, de 7 a 9 de la mañana no va a pasar más de 5 segundos sin oír un claxon de coche. Esta Avenida es la más grande de la ciudad, con una longitud de casi 30 km cruza la ciudad de norte a sur. Además de sonidos icónicos como el del “ropavejero”, o el de la persona que vende “camotes”, y suena su chimenea de vapor, o el de la persona que recoge la basura y va gritando de puerta en puerta “basura, basura”. Ahora echo de menos todos esos sonidos que interrumpían mis siestas.

Edificio Bellas Artes CDMX

Pero lo más increíble fueron los contrastes. Contrastes en todo, pasear por mi colonia era como estar en un pueblecito y, de repente, llegas a Paseo de Reforma, la Avenida principal y más emblemática de la ciudad, lleno de rascacielos altísimos y de gran reconocimiento internacional, entre ellos, la Torre Reforma del arquitecto Benjamín Romano, ganadora del International Highrise Award, como “el mejor rascacielos del mundo” en el año 2018. Una de las cosas que me hicieron bastante gracia de esta avenida es que en el tramo de la zona centro, hay muchas rotondas con un monumento histórico de México, menos en una, parece que no sabían qué poner y pusieron una palmera.

La Ciudad de México es una mezcla entre lo maravilloso y lo caótico, es como un caos con encanto. Para mí, pasar de la localidad de Valencia donde siempre he vivido, con 81.000 habitantes, a una ciudad en la que cada día circulan 26 millones de personas, era como sobrevivir en una “jungla de concreto” [de cemento]: distancias enormes, tráfico interminable, metros pasando cada 5 segundos y totalmente llenos, en los que no cabían ni un alfiler, puestos de comida sin fin en la calle con gente comiendo a todas horas, etc. Pero me adapté rápidamente y a todo le vi su encanto. Tantas cosas que ver, hacer y aprender, era imposible aburrirse, la CDMX es la segunda ciudad del mundo, después de Londres, con más museos, en concreto 170 museos y 43 galerías.

Centro Nacional de las Artes

Inicialmente, mi estancia era de enero a junio, pero seis meses se me quedaba corto, además de por otros motivos. Así que, por casualidad conocí a otro valenciano que también vivía en la Ciudad de México y había estudiado diseño industrial en el Ceu. Aproveché la oportunidad de hacer prácticas en el estudio donde trabajaba y quedarme otro semestre en México, lo cual no dudé ni un segundo. Tuve doble experiencia, de estudios y de prácticas. Realicé prácticas durante cinco meses en Esrawe Studio, el despacho de interiorismo y diseño industrial más grande del país, donde aprendí mucho y tuve muy buenas experiencias, como colaborar en la exposición de su marca en el Museo Numismático Nacional de México durante, probablemente, la Design Week más importante de México, el año que la Ciudad de México fue Capital Mundial del Diseño.

Además de conocer gente maravillosa que enseguida me acogieron y me dieron muy buenos momentos y anécdotas que contar, conocí a un mexicano que estudiaba arquitectura en mi facultad y, que actualmente es mi novio.

Con él aprendí mucho de México, su cultura y por supuesto, su gente. Me acompañó a conocer gran parte del país, concretamente, catorce de los treinta y dos estados que tiene la República. Me enamoré de todo, los paisajes, los pueblos mágicos, su color, su comida y toda la alegría que se respira.


Sin duda, no me equivocaba al principio, México me ha cambiado la vida y muy pronto volveré a ese maravilloso país. “De pequeña me decían que si estudiaba una carrera llegaría muy lejos, y parece que sí,… a 9 mil kilómetros concretamente”.

 

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