Hola, soy Ljuba, y empecé mis practicas Erasmus+ a finales del año pasado en un pueblo en el norte de Italia. He estudiado Odontología y he encontrado la posibilidad de hacer prácticas en una clínica por tres meses. En la clínica trabaja una dentista, auxiliares, higienistas y, una vez por semana, también un cirujano.
En la clínica se hacen todos los tipos de tratamientos y también ortodoncia invisible. Desde siempre Invisalign, la ortodoncia invisible, me pareció muy interesante y sentía mucha curiosidad por aprender más.
Al principio sobre todo he mirado como la dentista hacia los tratamientos y he podido planificar con ella los tratamientos para los pacientes de ortodoncia invisible. Me enseñó cómo utilizar el escaneador iTeroy. Después de algunas semanas, he podido cada vez ayudarle en más cosas… al principio no me sentía muy segura. Cada vez estaba más confiada y empecé realizar los tratamientos en menos tiempo.
«Es necesario tener un talento de emprendedor para tomar decisiones y gestionar una clínica.»
Cada día la profesión me empezó a gustar más y cada vez sentía más confianza en mi misma. Cada día he podido aprender muchísimo, no solo de la dentista, que es una profesional excepcional, pero también de sus auxiliares y higienistas. Ellas siempre me ayudaron y al final de las prácticas con todas he tenido una relación muy bonita.
Ya en la universidad he aprendido que era muy importante escuchar el paciente y durante mis practicas de verdad he notado que escuchar, entender y ser empático son indispensables para que un paciente se siente a gusto en el sillón. También me di cuenta que muchos pacientes tienen miedo a los tratamientos. Por eso es importante comprender ese miedo: el tratamiento es una situación excepcional para el paciente y no una rutina diaria como la es para el dentista.
Muchas veces también he podido tratar niños. Al principio me pareció complicado ya que algunos tuvieron mucho miedo. Sin embargo, poco a poco he conseguido tratarlos sin dificultades, varias veces me he reído mucho con ellos. Y cada vez que finalizaba sus tratamientos me sentía especialmente contenta y satisfecha.
En el último año de universidad hemos tenido la oportunidad de hablar sobre cómo gestionar una clínica dental. La asignatura era más teórica, gracias a estas prácticas he visto mucho y he notado que es necesario tener un talento de emprendedor para tomar decisiones y gestionar una clínica. Además es muy importante saber trabajar en equipo y ayudarse. Todo el equipo siempre fue muy amable conmigo durante este tiempo y me sentí como un miembro más.
El final de mis prácticas ha sido completamente diferente a como me lo imaginaba. De repente con la aparición del Coronavirus todo cambió. Las normas de higiene en una clínica dentista ya son de por si muy estrictas, y eso se traslada también a las medidas de protección en las prácticas.
Con la aparición del Coronavirus empezamos a emplear unas viseras protectoras / escudos, protección de boca-nariz con mascarillas FFP2/FFP3, dobles guantes y batas de mono uso. Durante los descansos intentábamos mantener las distancias mínimas recomendadas entre los empleados. Antes de la visita, a cada paciente le preguntábamos por teléfono si había tenido síntomas de COVID-19 en las últimas dos semanas. También se le preguntaba al ingresar a la práctica.
Al entrar, cada paciente se desinfectaba las manos y se colocaba guantes que sólo se quitaba al salir, momento en el que se desinfectaban las manos. El número de personas en la sala de espera tenía que ser lo más limitado posible. Así se garantizaba que los pacientes pudieran mantener una distancia razonable. Por todo ello, tuvimos que modificar tanto los planes de tratamiento como las citas.
También se tuvo que vaciar completamente la sala de espera y avisar a los pacientes de tocar lo menos posible y usar protección para la boca y la nariz.
Para mí al principio fue de verdad muy extraño: sobre todo el hecho de ver, de un día para otro, a todo el mundo con mascarillas, cuando antes normalmente solo llevaba mascarillas el equipo de la clínica. Además, al principio nadie sabía como comportarse y cada día cambiaban las normas. También notamos el miedo de los pacientes y algunas auxiliares estuvieron muy asustadas.
La dentista, responsable de la clínica, supo llevar muy bien la situación. Tuvimos regularmente reuniones de equipo, para discutir las medidas de prevención y rutinas necesarias y también pudimos aclarar preguntas y hacer ajustes a nuestra rutina de trabajo.
Durante mis meses de prácticas he aprendido muchísimo y fue de verdad una experiencia única. Aprendí un montón sobre odontología y también sobre cómo gestionar una crisis como el Coronavirus.