Pocos son los que pueden afirmar con rotundidad que nunca han sentido ardor en el pecho o regurgitaciones. Tras una comida copiosa, quizá regada con una generosa cantidad de bebida alcohólica, durante el embarazo o, incluso, al agacharse a atarse los cordones de los zapatos ocasionalmente, mucha gente ha sentido el efecto del contenido ácido del estómago en el esófago y la boca. Generalmente es algo puntual y de corta duración por lo que no se le concede mayor importancia.
Pero para casi el 15% de la población adulta estos episodios se repiten semanalmente o a diario, impactando de forma importante en la calidad de vida, hasta convertirse en un auténtico problema de salud para estas personas. Evitan alimentos que les gustaría degustar, las reuniones familiares o de amigos, las fiestas, … o pasan horas dando vueltas antes de acostarse para escapar episodios de que pueden ser intensos y duraderos. A veces, hasta provocar sensación de ahogo o impedir el descanso nocturno.
Las medidas tradicionales para disminuir la frecuencia e intensidad de los episodios de reflujo y ardor incluyen: evitar las comidas copiosas o ricas en grasas, los tomates, ajo, pepino, picantes, frutos secos, bebidas carbonatadas o alcohólicas, acostarse tras comer o dormir con la cabecera de la cama elevada. También dejar de fumar y evitar el alcohol, pero estas últimas medidas mejoran la salud del paciente mientras que las anteriores alteran su calidad de vida.
Por otro lado, existen medicaciones que ayudan a aliviar la sintomatología. Los antiácidos alivian el ardor cuando ya se ha producido, pero no tiene efecto sobre el resto de sintomatología del reflujo, como las regurgitaciones, la tos o la irritación de garganta. Los antisecretores evitan la producción de ácido en el estómago, controlando la sintomatología, pero tardan en hacer efecto, por lo que se administra a diario, de forma preventiva. Lo que no está exento de efectos secundarios. Y últimamente se acumulan publicaciones que señalan que la ingesta crónica de estos fármacos se asocia a mayores riesgos de fracturas óseas, sobrecrecimiento bacteriano, infecciones por clostridium, neumonías o déficits vitamínicos.
También hay opciones quirúrgicas, que pretenden evitar el reflujo manteniendo una secreción gástrica normal. Se realizan por laparoscopia, con ingresos breves y escasas complicaciones, pero asocian el riesgo de disfagia o de recurrencia.
Frente a estas situaciones, en los últimos años han surgido 2 opciones, mediante 2 dispositivos con resultados prometedores en el tratamiento del reflujo gastroesófagico.
– Por un lado, un sistema de imanes llamado Lynx que se coloca abrazando el límite inferior del esófago, de forma que mantiene una alta presión a la vez que permite el paso del bolo alimenticio cuando se traga. Desgraciadamente, aún no se comercializa en España.
– Por otro, RefluxStop, un dispositivo que se implanta en la cúpula gástrica, manteniendo la forma de la valva antirreflujo y evitando la emigración del esfínter esofágico inferior de vuelta al tórax. Actualmente, la principal indicación son los pacientes que presentan alteraciones de la motilidad esofágica, y que, por tanto, tienen mayor riesgo de disfagia postoperatoria, pero en el futuro iremos viendo el efecto en otras situaciones.
By Antonio Barrasa MD, PhD.