Últimamente escucho mucho en boca de mis compañeros la palabra neurociencia pero si me paro a pensar en ello no sé exactamente a qué se refiere este término.
Es un término que se utiliza desde 1950 para relacionar el funcionamiento cerebral y del sistema nervioso con la conducta, las emociones y las actitudes. Este conocimiento se aplica al comportamiento, las emociones y los pensamientos. De forma que existen diferentes vertientes de la neurociencia: afectiva, lingüística, social, educativa…
El cerebro es un órgano dinámico, moldeado en gran parte por la experiencia. La organización funcional del cerebro depende de la experiencia y se beneficia positivamente de ella. Algunos investigadores sostienen que aunque el cerebro es moldeado por los genes, el desarrollo y la experiencia no se trata solamente de un proceso de desarrollo impulsado biológicamente, sino que es también un proceso activo que obtiene información esencial de la experiencia y del entorno.
La neurociencia analiza las reglas que vinculan la anatomía y fisiología del cerebro con la percepción, movimiento, sentimientos y cognición.
A los docentes todo esto nos puede ayudar a enseñar de una manera más acorde a las características intrínsecas e innatas de nuestros cerebros, más compatible con la manera en la que aprende nuestro cerebro. La experiencia, la cultura, el entorno, la motivación… modelan en desarrollo de nuestras conexiones neuronales.
Más que una ciencia se trata de una disciplina que se nutre de conocimientos que provienen de otras aéreas como la bioquímica, la anatomía, la psicología y la fisiología entre otras.
Actualmente la neurociencia aglutina conocimientos entorno a factores de riesgo modificables en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, el impacto del ejercicio físico en el trastorno del espectro autista, adquisición del lenguaje, el impacto de la práctica de mindfulness sobre el cerebro, tipos de personalidad y desarrollo de enfermedades…
La neurociencia es un amplio campo de conocimientos que no deja aportar nuevos enfoques para comprender problemas que desde un enfoque puramente biologicista no pueden resolverse de manera satisfactoria. Los seres humanos hemos de ser entendidos como un sistema complejo en continuo cambio que no pueden ser aislados del entorno en el que se desarrollan.