La magia es la práctica de crear ilusiones de lo imposible, a través de trucos y habilidades manuales.
Y la Microbiología es la rama de la biología que se encarga del estudio de los microorganismos, que son organismos microscópicos invisibles a simple vista.
La relación entre la microbiología y la magia puede parecer, a primera vista, inexistente o puramente metafórica, ya que representan campos de conocimiento y prácticas muy distintas. Sin embargo, si combinamos ambas disciplinas podremos entender y encontrar grandes descubrimientos.
El descubrimiento de los microorganismos fue un momento casi «mágico» en la ciencia. Científicos como Louis Pasteur y Robert Koch, entre otros, revelaron un mundo invisible que causaba enfermedades y procesos biológicos, transformando la medicina. O el descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming, hecho considerado como milagroso o mágico ya que permitió salvar vidas y erradicar enfermedades.
Pero en esta ocasión, empezaré con un truco fácil que me inspiró Anton van Leeuwenhoek : observar la morfología de las bacterias.
En el siglo XVII, este comerciante de telas tenia una curiosidad que le permitió realizar el mayor descubrimiento microbiológico (desde mi punto de vista). Este cazador de microbios, como lo conocían, tenia un hobby. Tallaba y pulía lentes de cristal, construyendo así sus propias lupas que le permitían observar bien la disposición de los hilos que componían las telas.
Poco a poco aumentó su interés en observar aquello que no podía verse a simple vista y colocaba bajo su lente toda sustancia u objeto que despertaba su interés. Observó sustancias, objetos como la cola de un pez, pelos de cabello e incluso el aguijón de una abeja. Fue el primero en observar los glóbulos rojos. Pero todo cambio, cuando decidió observar una gota de agua.
Ahí, pudo ver miles de microorganismos diferentes que tenían movimiento.
Plasmó todas sus observaciones en unas láminas y a estos dibujos los denominó «animálculos».
Gracias a la aportación de Leeuwenhoek, vamos a realizar el siguiente truco/experimento. Cogemos un hisopo y recogemos saliva. A continuación, la depositamos en un portaobjetos con una gota de solución salina. Fijamos la muestra con la ayuda del mechero Bunsen y por último aplicamos cualquier tinción diferencial que prefieras.
Coloca tu preparación en el microscopio de campo claro a 100x y «voilà»:
Estos son los animálculos que dibujaba nuestro comerciante de telas.