El SIBO se podría convertir en una de las causas más frecuentes de visita al especialista del aparato digestivo.
SIBO, acrónimo que responde a “small intestine bacterial overgrowth”, se define como la presencia de exceso de bacterias colónicas en el intestino delgado.
Para qué nos hagamos una idea de la diferencia de población bacteriana que existe entre la porción proximal del duodeno y el colon. En el duodeno puede haber aproximadamente 104 bacterias/ml subiendo el número de bacterias a medida que avanzamos por el intestino llegando a alcanzar concentraciones de hasta 1011 o 1012 bacterias por mililitro en el intestino grueso. Se dice que un paciente tiene SIBO positivo cuando presenta ≥10 3 UFC/mL.
En nuestro organismo están presentes una serie de mecanismos que evitan la proliferación excesiva de microorganismos en el intestino delgado. Estos mecanismos defensores son fundamentalmente la secreción de jugos gástricos, la cual crea un ambiente ácido en el intestino delgado y el peristaltismo de propulsión, que aclara repetidamente la luz intestinal.
Como consecuencia de la aparición de algún trastorno digestivo o sistémico pueden fallar alguno de estos mecanismos o ambos, entonces se produce la superpoblación de bacterias en el intestino delgado. Las cepas que aparecen más frecuentemente en el SIBO son Escherichia coli y bacterias del género Aeromonas spp.y Klebsiella spp.
Aunque todavía no hay una prueba diagnóstica de referencia para diagnosticar esta disbacteriosis, se suelen realizar las pruebas de aliento de carbohidratos y valorar la concentración de baterías presentes en el intestino delgado. También se pueden realizar pruebas de laboratorio para valorar niveles de vitaminas y signos de desnutrición.
También se puede hacer una endoscopia por medio de la cual se puede apreciar edema de la mucosa, eritema, patrones vasculares anormales y rara vez ulceraciones. Desde el punto de vista microscópico aparecen diferentes hallazgos poco específicos como adelgazamiento de las vellosidades y destrucción de la pared intestinal.
Las consecuencias histológicas y la respuesta del entorno intestinal a la sobreabundancia de bacterias colónicas hacen que el paciente presente malestar abdominal, flatulencia o diarrea acuosa.
Esta disbacteriosis se trata fundamentalmente con antibióticos como Metronidazol, ciprofloxacino, tetraciclina, amoxicilina-clavulanato, neomicina y rifaximina. Si el paciente no responde al tratamiento antibiótico se puede recurrir a la dieta de oligo, di y monosacáridos de baja fermentación, aunque no con respecto al tipo de dieta para el tratamiento de SIBO los estudios son escasos y sin suficiente evidencia científica.
El profesional de enfermería debe de registrar la adhesión al tratamiento por parte del paciente, así como la efectividad de este e informar de cualquier incidencia al facultativo responsable.
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