Actualmente el mundo académico mide el prestigio de las investigaciones por el impacto científico pero cada vez este sistema presenta más fisuras. Una de ellas es lo que se conoce como la traslación social, es decir, el beneficio o el impacto que tiene en la sociedad. No obstante, la experiencia en los últimos años ha puesto de manifiesto que el retorno social de la investigación biomédica es un proceso complejo ya que los intereses de las compañías editoriales propietarias de las revistas de mayor índice de impacto bibliométrico y los sistemas de evaluación de las calidad de las investigaciones «obligan» a perpetuar un sistema que en ocasiones carece de relevancia social.
En relación con la forma en la que se evalúa el nivel de la investigación científica, aquellas cosas que no se pueden cuantificar porque pertenecen a la metodología cualitativa son desprestigiadas y relegadas a una categoría de «segunda» y eso es un poco lo que ha pasado siempre con la ENFERMERÍA.
Una profesión tan necesaria pero muchas veces tan invisible y tan desprestigiada por los compañeros de otras profesiones e incluso por la propia sociedad, tan sólo porque ayudar a morir con dignidad, acompañar en el sufrimiento, educar en salud, prevenir la enfermedad… muchas veces no se puede medir en un laboratorio.
Pues bien, en relación a esto os traigo algunas evidencias de la poca repercusión social que pueden tener las investigaciones que tanto rigor y prestigio científico poseen.
La Declaración Dora firmada en San Francisco en 2012,hace una serie de recomendaciones para mejorar la forma en que se evalúa la calidad de la producción científica, entre las que se encuentra eliminar el factor de impacto como medida de la calidad de las investigaciones.
La ciencia no debe de perder de vista a las personas, sobre todo en el ámbito de la salud. La Enfermería está especialmente capacitada para detectar las prioridades de los pacientes en materia sanitaria y que de esta forma la investigación clínica sea útil.