Enseñando y aprendiendo en Malawi

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Este año he tenido la oportunidad de unirme al viaje emprendido por el grupo de la Facultad de Veterinaria “Vets for Africa” a Benga, Malawi. Aprovechando que la Misión católica establecida en esa misma localidad colabora con 3 escuelas, surgió la posibilidad de visitar uno de sus centros y asistir a sus clases.

 


El primer día, lunes, conocí al director de la escuela, quien, a su vez, me presentó al resto de los profesores. Tras compartir información sobre nuestros centros, el director me habló sobre los principales problemas a los que han de hacer frente a diario: la falta de material y recursos económicos, el escaso número de aulas y profesores disponibles, el elevado número de alumnos, el absentismo escolar y la poca implicación de los padres. Resumiendo: 1.500 alumnos, 8 aulas y 8 profesores. Al terminar, me mostró el horario lectivo y planificamos el resto de la semana y las clases que yo impartiría. Decidimos que lo mejor era dar clase a alumnos de Standard 5, 6, 7 y 8, cuyas edades oscilaban entre 10 y 16 años, ya que con ellos podría comunicarme mejor en inglés.

Durante el resto de la semana impartí clases (sobre todo de Inglés, pero también otras asignaturas, como Social Sciences, Like Skills, Arts and Sports, Mathematics o Science and Technology) a los cuatro grupos. El nivel de inglés de los alumnos era más bajo de lo que me habían informado, y éstos no contaban con ningún tipo de material, salvo por un bolígrafo para uno de cada cuatro alumnos. Al principio la comunicación era algo trabada, pero la buena predisposición de los estudiantes permitió que mejorara enseguida, y gracias a la repetición y al uso de lenguaje corporal y dibujos en la pizarra, logramos entendernos enseguida.

De España había traído varios juegos y ejercicios que pudimos utilizar, regulando el nivel de dificultad según el nivel de la clase. Entre ellos había fichas de vocabulario, tarjetas adhesivas y de colores, o una pelota que sirvió para practicar frases simples en inglés. Ninguno de los estudiantes había visto nunca la mayoría de los objetos que se les entregó, lo cual aumentó visiblemente su nivel de motivación, haciendo que el aprendizaje fuera más productivo.

En el transcurso de la semana tuve la suerte de hablar con nativos y preguntarles sobre diferentes aspectos de la educación en el país. En un contexto social tan diferente, fueron muchas las cosas que me sorprendieron. Sin duda una de ellas fue su manera de lidiar con las enfermedades. Para ellos, incluidos los profesores, el SIDA es un tema tabú, y la mayoría de la gente prefiere no tratarlo. Este hecho nos da una idea de la falta de información que existe en estas localidades, algo que podría mejorarse mediante charlas informativas sobre métodos preventivos y causantes de enfermedades como ésta. Vale la pena recalcar que Malawi es el 9º país del mundo con mayores índices de SIDA.

Para terminar la semana en Mkhula me despedí de los alumnos con un partido de béisbol -tras haberles explicado las reglas del juego-. Se divirtieron mucho y prometieron que seguirían practicándolo con los conos y las pelotas que les dejé allí. Quise también reunirme con los profesores para intercambiar opiniones, preguntarles sobre sus necesidades y dificultades, y contarles cuál había sido mi impresión y, sobre todo, para agradecerles su calurosa acogida.

En cuanto a la vida fuera del colegio, lo que más me sorprendió fue sin duda la buena armonía que reina en el país, la amabilidad de su gente, y la manera de sonreír de los niños. El último día tuve la suerte de presenciar una ceremonia religiosa local: escucharles cantar y verles bailar en medio de la naturaleza fue un auténtico privilegio.

Obviando la incomparable experiencia que esto ha supuesto para mí a nivel personal, me queda una gran satisfacción por el trabajo realizado. Si bien es cierto que existe una consternación por la realidad que allí se vive, también se percibe la sensación de que tanto alumnos como profesores tienen ganas de mejorar la situación.

En mi opinión, queda mucho por hacer, pero pequeños proyectos como éste pueden suponer grandes cambios.

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