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SAL, VOLCÁN DE LEMERY

SAL, VOLCÁN DE LEMERY

NICOLÁS LEMERY (1645-1715)
José María de Jaime Lorén (2010)


Datos biográficos
Farmacéutico francés que tras realizar sus primeros estudios, entró con 15 años como aprendiz en la farmacia que su tío Pierre Duchemin tenía en su ciudad natal. Concluido el aprendizaje marchó a París para perfeccionar sus conocimientos de química con Cristóbal Glaser, boticario de Luis XIV y demostrador en el Jardín de Plantas.

Insatisfecho del carácter de su profesor, marchó a Montpellier para trabajar en la farmacia de Merchant. Allí estableció una modesta academia de Química a la que asistían profesores de la Facultad de Medicina y otros curiosos. En esta Universidad siguió estudios de Medicina y Farmacia pero sin graduarse en ninguna de estas disciplinas.

Tras viajas por Francia retorna en 1672 a París, donde imparte conferencias en casas particulares y obtiene el título de maestro de Farmacia en 1674 y el cargo de Boticario del Rey. Esta última circunstancia le permitirá independizarse económicamente y crear su propio laboratorio, donde impartirá numerosos cursos de Química que atrajeron el auditorio más distinguido de París y de Europa.

La gran virtud de sus charlas y experiencias químicas se basaba en la sencillez con que exponía sus teorías, huyendo del viejo lenguaje enigmático de los alquimistas. Pablo Antonio Cap, el gran biógrafo de Lemery, expone de esta forma el laboratorio en el que trabajaba: “Al otro extremo de la habitación, enfrente a la puerta, se observa un horno inmenso de construcción sólida y maciza, coronado por un cesto repleto de instrumentos y aparatos de varias clases. Retortas y frascos disputaban el sitio a matraces, sifones y aludeles.

En torno a este horno monumental estaban dispuestos otros hornos portátiles y complicados aparatos con sus alambiques, refrigerantes, serpentines, rosarios, atanores, baños de arena y hornos de reverbero, con sus cúpulas, sus alquitares de cabeza de moro y sus recipientes de cobre y de estaño. En el centro de esta espaciosa estancia se veía una gran mesa cubierta de utensilios, urnas, escarificadores, alambiques de vidrio de dos y tres pasos y aparatos de sublimación con grandes conos dispuestos en pirámides. Una lámpara de cobre, suspendida del techo, se balanceaba al aire; todas las paredes de la habitación estaban cubiertas con símbolos químicos, tablas aritméticas, pizarras tiznadas con cal, y en cada ángulo, relojes de arena de varios tamaños servían para medir el tiempo y regular la duración de los experimentos.

Con una sola ojeada se podía ver que este laboratorio no era el de un alquimista del siglo XVI. No se reconocían allí, por la peculiaridad de sus formas, las peregrinas ideas concebidas por aquellos hombres sobre la naturaleza de los elementos y sus mezclas. No se veía ninguno de aquellos emblemas, alegorías y figuras simbólicas, tras las cuales pretendían hurtar al conocimiento del vulgo sus pretendidos secretos, ya tan oscuros hasta para los verdaderos maestros. Nada denotaba allí misterio, charlatanería u ocultismo; bien al contrario, todo llevaba el sello del estudio que dedicó su vida con fe y abnegación a la búsqueda de la verdad”.

Para mejor dar a conocer sus lecciones de química, Lemery publicó en 1675 su “Cours de Chymie”, obra que durante más de cien años constituyó la suprema autoridad química en Europa. En Francia se reimprimió veinte veces y se tradujo a la mayor parte de idiomas, haciéndolo al español el farmacéutico Félix Palacios.

Se hallaba entonces Lemery en la cima de su gloria científica y económica, por eso rechazó el ofrecimiento del elector de Brandeburgo para ir a Berlín como catedrático de química. Mas pronto empezó a sufrir persecuciones religiosas por su condición de protestante, con la prohibición expresa de dedicarse a la enseñanza y ejercer la farmacia.

Marchó en primera instancia a Londres, de donde regresó en 1683 para doctorarse en Medicina en Caen al final de ese mismo año.

Se dedica entonces a ejercer la medicina en París, hasta que el edicto de Nantes extiende a los médicos protestantes la prohibición de ejercer su profesión. Con 40 años y sin recursos económicos, Lemery no tiene otra alternativa que convertirse al catolicismo con toda su familia, y así en 1686 el rey Luis XIV le permitió restablecer su laboratorio de química en París y reabrir su botica.

Esta última circunstancia no sin una fuerte oposición de sus colegas. En los años siguientes Lemery recobró su primitiva consideración y renombre, dedicándose a partir de entonces a escribir nuevas obras como “Pharmacopeée Universelle” (1697), “Traité universel des drogues simples” (1698) más conocido como el “Diccionario de drogas simples de Lemery”. Cuando en 1699 se reorganiza la Academia de Ciencias de París, Lemery figurará entre los académicos asociados, anunciando su proyecto de estudiar a fondo el antimonio o estibina en busca de medicamentos útiles, que culminará con la publicación de su “Tratado del antimonio” (1707).

Murió unos pocos años más tarde tras sufrir fuertes ataques de parálisis y apoplejía. En el elogio fúnebre que le dedicó Fontanelle, secretario de la Academia de Ciencias, reconocía de Lemery que: “La mayor parte de Europa aprendió química de él, y la mayoría de los grandes químicos franceses y extranjeros le habían rendido homenaje por sus enseñanzas. Fue un hombre de incesante actividad, sabiendo sólo de su puesto, junto a la cama de sus pacientes, su estudio, su laboratorio y la Academia, demostrando que el que no pierde el tiempo lo tiene en abundancia”.

Sal de Lemery
En la tesis doctoral de Jaume E. Mercant Ramírez se cita la Sal de Lemery en la forma siguiente: “Nombre completo: Tartarus vitriolatus, Vitriolo de potasa.

Nombre científico y sinonimias: Tártaro vitriolado simple, Nitrum vitriolatum, Panacea duplicata, Sal de Lemery, Specificum paracelsi, Sal de la Sabiduría … Clase de medicamento: Simple mineral.

Familia: 3-Oxisales (sulfatos hidratados o vitriolos) Traducción: Sulfato potásico Origen: Se conoció en el s. XV por I. Hollandus. Se le denominó (1608). Tartarus vitriolatus y Specificum purgan paracelsi. Se encuentra al Sulf. Mg y Ca. Propiedades: Escitante, aperitivo y purgante; Diurético y purgante; Purgante, puede ser causa de envenenamiento (por eso no se usa).

Galénica y administración: 1-6 dracmas, como purgante; 2-4 gr. como diurética; 15-30 gr. como purgante; 4-8 gr. (Dujardin)”.

Volcán de Lemery
De este asunto se ha ocupado la profesora portuguesa Filomena Amador, buscando en el mismo una orientación pedagógica que pudiera adaptarse a la enseñanza secundaria de la Geología. Así reconoce que para algunos filósofos naturales del siglo XVIII, era necesario pensar en estructuras geológicas y procesos capaces de permitir el paso del aire hasta el interior de la Tierra, a su renovación, así como a la liberación posterior de los productos resultantes de las combustiones internas. Pero para otros, entre los cuales se incluye a Nicholas Lemery, la situación podría ser fácilmente interpretada si fuese aceptada la idea de que en el interior del globo puedan ocurrir reacciones químicas del tipo de las “fermentaciones”, sin que para eso fuese necesaria la presencia de “aire”.

En esas reacciones, en presencia apenas de agua, intervendrían esencialmente el hierro y el azufre. Este tipo de reacciones fermentativas eran para Lemery, así como para Immanuel Kant (1724-1804), la causa directa de los fenómenos volcánicos y sísmicos.

Por tanto, este tipo de explicaciones necesitaba justificar la llegada de agua al interior de la Tierra, lo que a su vez también condujo gradualmente a la idea de localizar la génesis de la actividad volcánica en el centro del globo terrestre, comenzándose a aceptar su génesis en zonas más superficiales. Con todo, no se encontraba evidencia en la naturaleza de la coexistencia en las mismas regiones, de cantidades de hierro y azufre suficientemente grandes para que se pudiese pensar que algunas de las experiencias que se hacían en los laboratorios y en los salones de la época se registrasen en la realidad.

Lemery realizó una serie de experiencias, que en su conjunto fueron habitualmente designadas por los autores del siglo XVII como la experiencia del “vulcán” de Lemery.

En la presentación inicial del trabajo de Lemery en las Mémoires de la Académie des Sciences francesa, se afirma que el mejor método para explicar la naturaleza es hacerla representar, esto hace posible producir en laboratorio los mismos efectos a través de causas semejantes. En verdad Lemery no realizó una sola experiencia, como recientemente se ha afirmado por los autores que lo citan, sino un conjunto de experiencias diferenciadas por la introducción de algunas alteraciones en las condiciones experimentales.

Estas experiencias formaban parte, como ya referimos, del programa del curso de química que Lemery impartió en París, habiendo sido posteriormente presentadas en una sesión de la Académie des Sciences de París y descritas en las Mémoires de l’Académie Royale des Sciences, lo que justifica su amplia divulgación en décadas posteriores, principalmente entre los autores portugueses del siglo XVIII.

Lemery tituló su comunicación: “Explication Physique et Chymique des Feux Souterrains, des Tremblements de Terre, des Ouragans, des Eclairs et du Tonnerre”, lo que por sí pone en evidencia el hecho de atribuir una causa única a los fenómenos volcánicos, a los temblores de tierra, a los relámpagos y a los truenos, no alejándose en este aspecto de las ideas defendidas por Aristóteles en el
“Meteorológicos”.

La primera experiencia es descrita por Lemery del siguiente modo: “Tomé una muestra de partes iguales de hierro y azufre en polvo; la transformé en una pasta a través de la introducción de agua, y la dejé descansar durante dos o tres horas, en ausencia de fuego, durante este periodo fermentó y se hinchó con un considerable calor; la fermentación rompió la pasta en diversos lugares, y a través de las vendas salían vapores que en verdad no están muy calientes porque la masa es pequeña, pero cuando ésta es más considerable, como de 30 ó 40 libras, en verdad surge una llama”.

Para Lemery las “fermentaciones” eran reacciones acompañadas de liberación de energía, que resultaban de la penetración y de la violenta fricción con que las “puntas ácidas” del azufre presionaban las partículas de hierro.

Lemery consideraba que los ácidos, uno de los principios activos, estaban formados por un conjunto de partículas puntiagudas en movimiento, mientras que los álcalis poseían zonas porosas que las puntas de los ácidos podían penetrar. Como resultado, los ácidos quebraban la resistencia de los álcalis y ocurría una violenta reacción.

Es en este contexto que debe ser interpretada la siguiente afirmación de Lemery: “la fermentación acompañada de calor, y también el fuego, que se registra durante esta operación, resulta de la penetración y violenta fricción que las puntas ácidas del azufre ejercen sobre las partículas de hierro”.

Según Lemery los resultados de la experiencia anteriormente descrita, serían suficientes para explicar los choques y las conflagraciones registradas en el interior de la Tierra, en zonas como por ejemplo el Vesubio y el Etna. Por otro lado, los sismos serían producidos por vapores sulfurosos, liberados durante estas “fermentaciones”, que encerrados en cavidades subterráneas y no teniendo posibilidad de escaparse a través de grietas o volcanes provocarían los temblores de tierra.

Bibliografía

AMADOR, F. (2004): Los ‘volcanes’ de Nicholas Lemery (1645-1715). Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 12 (3), 253-259. Madrid.

ANÓNIMO (1988): Volcán de Lemery. Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, 69, 956. Madrid, Espasa-Calpe.

BLAS, L. (1947): Biografías y descubrimientos químicos. Madrid, Aguilar, 127-128.

MERCANT RAMÍREZ, J.E. (1994): Historia de la farmacoterapia: siblos XVIII y XIX. La farmacia monástica de la Real Cartuja de Valldemosa, 2, 24. Tesis doctoral. Universidad Autónoma de Barcelona.

ROLDÁN, R. (1958): Nicolás Lemery (1645-1715). Boletín de la Sociedad Española de Historia de la Farmacia, 36, Descubrimientos, inventos y adelantos científicos, 122- 126. Madrid.

José María de Jaime Lorén
Universidad Cardenal Herrera-CEU (Moncada, Valencia)
(Noviembre, 2010)