Lo primero de todo queremos felicitarte este nuevo año.

Ya han pasado las navidades, esas fechas que siempre tenemos más que señaladas en nuestro calendario, ya que son unos días de familia, de celebración por la llegada del Señor.

Pero una vez acaban estas fiestas tan señaladas, ¿ qué hay? Está claro que lo primero que nos llega a la cabeza es la cuaresma, tiempo de preparación para la Pascua ¡Esta claro! Semana santa, es un momento crucial en la vida de los cristianos y si cabe más aún más importante, puesto que es el momento en que Jesús dio la vida por nosotros.

Pero el tiempo que transcurre entre el final de una festividad y el comienzo de la otra (Cuaresma) se denomina Tiempo ordinario.

 

Tiempo Ordinario 

Si buscamos en el diccionario la palabra ordinario hace referencia a algo común, que sucede habitualmente, que no destaca por nada especial. Pero en nuestro caso la palabra Ordinario va más allá.

Como cristianos, este tiempo “ordinario”  está hecho del día a día que señala el año y lo llena de ofrendas amorosas, discretas, gratuitas, laborales…

Para este tiempo largo (bien llamada cuesta de enero) lleno de exámenes, de desintoxicación, un tiempo que cuesta subirlo, nos hace encontrar alguna señal que alivia nuestro malestar.

Es por esto que os invitamos a vivir este tiempo también de forma especial, dándole la importancia que se merece y haciéndonos reflexionar; ofreciendo algunas reflexiones para el comienzo de este nuevo tiempo.

 

Y es que, gracias a estos días discretos consolidando los tiempos estelares, los momentos cumbre. La vida ordinaria cimienta los días festivos, de festejar y anunciar buenas noticias.

Lo constante, cotidiano y perseverante acredita la fidelidad y la coherencia de las grandes palabras que se han pronunciado o de los gestos notables que se han tenido.

El día a día deja ver lo que se realiza por amor.

El tiempo ordinario permite valorar el silencio, la soledad, la intimidad, lo permanente, lo doméstico.

La vida ordinaria intuir lo eterno, por ser el tiempo más duradero, y la fe en lo eterno deja saborear cada instante.

No son fórmulas, sino deseos. No son recetas, sino indicaciones. No son atavismos, sino propuestas. En todo caso, hay una verdad que acabamos de celebrar: que Dios se ha hecho humano, esta entre nosotros.

 

En definitiva el tiempo ordinario es el tiempo de lo normal lo desapercibido y lo cotidiano. Pero es el tiempo donde nos jugamos todo: la relación con los demás con Dios y con nosotros mismos

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