El evangelio de este domingo trae ante nosotros a un personaje que nos recuerda que nadie está perdido del todo. Zaqueo nos recuerda algunas cosas que nos pueden venir muy bien en nuestra vida de fe, a la luz de las lecturas de este domingo.

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Todos sabemos que Zaqueo se sube a un árbol para, simplemente, ver a Jesús. Pero esto tiene una implicación que no debe pasar desapercibida. Zaqueo es bajito, y sabe que es bajito, y acepta que es bajito. Parece una tontería, pero no lo es. Zaqueo asume aquello que le impide ver a Jesús, y le pone solución. Y Jesús le mira, y esto hace que Zaqueo actúe. En ningún sitio dice que Zaqueo sea un estafador, pero él pone todo a disposición de Jesús, incluso a sí mismo.

Zaqueo sabe que es bajito. ¿Y tú? ¿Conoces y re-conoces aquello que te impide acercarte a Jesús? Porque sabemos que, en ese punto, es en el que Jesús miró a Zaqueo. Al ver a ese señor subido a un árbol, solo pudo mirarlo con ternura y entrar en su vida. Sin embargo, nosotros muchas veces nos ponemos máscaras. A nadie le gusta que se note su debilidad o aquello que le avergüenza. Ahora bien, sabemos que en esa debilidad Dios se hace fuerte y nos mira con ternura, porque somos creados por Dios, y amados de Dios, y Él nos ama incluso por encima de aquello que nos aleja de Él. Dios siempre espera nuestro regreso. Como nos recuerda el libro de la Sabiduría, su soplo está y actúa en nosotros. Y, en la medida en que su amor actúa en nosotros, damos gloria a Dios.

Por eso estamos invitados a que, en nuestra vida, se cumplan las palabras de San Pablo: «la fuerza se realiza en la debilidad» (2Cor 12,9). Ante Dios no debemos tener miedo al rechazo o al ridículo. Dios se alegra cada vez que reconocemos nuestra debilidad y dejamos que entre su luz en ella. Zaqueo solo tuvo que subirse a un sicomoro. Nosotros, solo tenemos que quitarnos las máscaras delante de Dios y pedirle que mueva nuestro corazón a buscar siempre su voluntad.

Que Dios nos ayude a reconocernos delante de Él, a mostrarnos a Él como somos. Y que todas nuestras debilidades descansen en sus brazos, porque en ellas nos hace grandes. Así lo hizo con Zaqueo, y así lo quiere hacer contigo y conmigo.

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