Este domingo de cuaresma, el camino cuaresmal nos lleva al que es conocido como domingo “Laetare”, de la alegría, por la antífona inicial que comienza diciendo “Alégrate, Jerusalén…”. Necesitamos recordar la auténtica alegría en el camino de la cuaresma: la alegría de sabernos amados de Dios, abrazados por la misericordia de Dios, como nos recuerda la segunda lectura.

Moisé elevó la serpiente en el desierto

Esta es la base de la alegría que estamos invitados a vivir durante la Cuaresma, como nos recuerda Jesús en el Evangelio: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito”. Jesús no busca que seamos infelices por nuestras limitaciones, sino que quiere que nos acerquemos a Él para que experimentemos hasta dónde llega el amor de Dios por nosotros. Que Jesús nos haya hablado y se haya encontrado con nosotros no es para juzgarnos, sino que es para salvarnos. Estar junto a Él es experimentar que su salvación actúa en nuestra vida, que Él viene a nuestro lado justamente para eso, para mostrarnos el Amor de Dios que quiere llenar nuestros corazones.

La alegría es lo propio del cristiano

Necesitamos esta alegría durante la cuaresma, para recordar que la alegría es lo propio del cristiano. No una alegría superficial, sino la alegría de aquél que se sabe inmensamente amado por Dios. Que esta Cuaresma nos ayude a recordar ese gran amor de Dios que se ha entregado por nosotros y nos entrega su gracia cada día.

Que Jesús nos ayude a recorrer el camino cuaresmal en este domingo «Laetare».

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