En este Domingo, el Señor pone delante de nosotros la figura de Juan el Bautista, el mensajero que prepara el camino al Señor. Juan, en sí mismo, ya era una llamada de atención, que no se anunciaba a sí mismo, sino que anuncia a alguien que es más grande que él.

Juan el Bautista insiste en la necesidad de que nos preparemos para recibir al Señor, y nosotros queremos recibirlo como merece, para que su venida llene nuestras vidas. Para eso, la propuesta de Juan es que nos acerquemos a él, aceptando el mensaje de conversión que propone. Sin embargo, es el apóstol San Pedro, en su segunda carta, quien nos ayuda a comprender cómo hacer esta preparación y este proceso de conversión. La segunda lectura nos dice que es necesaria la paciencia, pero la paciencia de Dios para con nosotros. Dios tiene paciencia infinita con nosotros, porque por más que nos equivoquemos, siempre está dispuesto a acogernos y darnos su gracia a través de los sacramentos para que nos convirtamos a Él. Esa paciencia que Dios tiene con nosotros, es la clave para vivir el Adviento, puesto que la impaciencia hace que nos apresuremos y que dejemos de ser conscientes de que nosotros no somos quienes le marcamos los tiempos a Dios. Dios quiere que nos acerquemos a Él, y por eso tiene paciencia con nosotros, para que podamos darnos cuenta de que su amor es incluso más grande que nuestra impaciencia por ser mejores o porque ocurra aquello que creemos necesitar.

Pidámosle al Señor que descubramos esa paciencia amorosa que tiene con nosotros, para que así, nosotros la tengamos con nosotros mismos y con los demás, preparando el camino al Señor que viene a nuestra vida.

Dios quiere que nos acerquemos a Él

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