31 de octubre día previo a la festividad de Todos los Santos, aunque actualmente conocido como la noche de Halloween, fiesta que hemos adoptado de los Irlandeses, quienes celebran tal festividad.

Pero para los cristianos, la fiesta realmente importante es el día 1 y 2 de noviembre donde se celebran el día de todos los santos y los santos difuntos respectivamente.

Desde un sentido de identidad y sentimiento, nosotros como cristianos no veneramos a ninguna bruja, zombi, personaje de marvel o vampiro, ya que este tipo de festividad era etiquetada con el nombre de pagana; como cristianos veneramos a lo que sin duda es mucho más importante que cualquier monstruo o personaje televisivo de moda, veneramos a gente como vosotros.

Vosotros sois llamados a ser Santos, el Señor quiere santos, y para eso nos dio el Don de la Fe, fue su regalo cuando nos bautizaron, y todos los que estamos bautizados tenemos que ser santos, pero aquí no es cuestión de pensarlo sino de quererlo y serlo.

El Don de la Fe es ese distintivo que tiene que cada uno de vosotros  y que os convierte en santos.

La Fe es aquello que nos convierte en verdaderos personajes heroicos, sin necesidad de llevar ningún disfraz para sentirte como tú personaje marvel preferido, es aquello que te hace tener un corazón tan fuerte para poder destruir muros y romper cadenas, sin necesidad de golpear a nadie, simplemente con aquella fuerza interna que se llama FE.

Esto es lo verdaderamente importante que como personas cristianas hemos de celebrar en este día, recordar aquellas hazañas heroicas que han hecho diferentes personas a lo largo del mundo y que hoy en día son referentes para todos los cristianos.

 

 

Si nos centramos más en el marco histórico esta festividad se cree que fue el Papa Gregorio IV quien ordenó en el año 835, que el mundo cristiano honre a todos los santos del cielo en esta fecha.

Se cree que Gregorio IV eligió el 1 de noviembre porque coincidía con una de las cuatro grandes fiestas de los pueblos germanos, y la política de la Iglesia en esos años era reemplazar y eliminar todos los ritos paganos.

Por otra parte la festividad del Día de los difuntos (2 de noviembre) fue instituida por San Odilón, monje benedictino, en Francia el 31 de octubre del año 998. Al cumplirse el milenario de esta festividad, el papa Juan Pablo II recordó que San Odilón deseó exhortar a sus monjes a rezar de modo especial por los difuntos. Luego comenzó a extenderse la costumbre de interceder solemnemente por los difuntos, y llegó a convertirse en lo que San Odilón llamó la Fiesta de los Muertos.

 

En definitiva, es importante detenernos a pensar en todo el bien que Dios ha dado a la humanidad por intercesión de todos los hombres, mujeres y niños que fieles a su voluntad amor fueron testigos del Reino del Señor. Y si decimos que es de todos los Santos es porque también celebramos a tantos Santos y Mártires que Dios ha querido tener en el anonimato, y que nosotros no conocemos por su nombre pero sabemos por la fe que están dando gloria a Dios.

 

A continuación te dejamos la oración que el Papa Francisco reza por los difuntos.

 

Dios de infinita misericordia,

 confiamos a tu inmensa bondad

 a cuantos han dejado este mundo para la eternidad,

 donde tú esperas a toda la humanidad,

 redimida por la sangre preciosa de Jesucristo,

 muerto en rescate por nuestros pecados.

 No mires, Señor,

 tantas pobrezas, miserias y debilidades humanas

 con las que nos presentaremos ante el tribunal

 para ser juzgados para la felicidad o la condena.

 Míranos con la mirada piadosa

 que nace de la ternura de tu corazón,

 y ayúdanos a caminar en el camino de una completa purificación.

Que ninguno de tus hijos se pierda en el fuego eterno,

 donde ya no puede haber arrepentimiento.

 Te confiamos, Señor, las almas de nuestros seres queridos,

 y de las personas que han muerto sin el consuelo sacramental

 o no han tenido manera de arrepentirse

 ni siquiera al final de su vida.

 Que nadie tenga el temor de encontrarte

 después de la peregrinación terrenal,

 en la esperanza de ser acogidos

 en los brazos de la infinita misericordia.

 La hermana muerte corporal

 nos encuentre vigilantes en la oración

 y llenos de todo bien,

 recogido en nuestra breve o larga existencia.

 Señor, que nada nos aleje de ti en esta tierra,

 sino que en todo nos sostengas

 en el ardiente deseo de reposar serena y eternamente.

 Amen.

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