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La Cuaresma nos pone en camino. Y la Palabra de Dios nos invita, en este domingo, a iniciar nuestro camino con la mirada puesta en el Señor. Si la Cuaresma es el momento para dejar que Dios ocupe el lugar que le corresponde en nuestra vida y nuestro corazón, este primer domingo de cuaresma es una invitación a ponernos con buen pie.
En el evangelio, escuchamos cómo el Señor es llevado por el Espíritu Santo para ser tentado. La tentación es algo de lo que Dios puede sacar mucho provecho. Ahora bien, para no dejarnos solos ante ella, el mismo quiso ser Jesús tentado. Sin embargo, las tentaciones no son «broma»: requieren de un esfuerzo para poder vencerlas, y a veces incluso duelen.
Por eso, para comenzar la cuaresma, el Señor nos recuerda que la tentación está ahí para que la venzamos junto a Él, pero siempre con Él. Y, en este sentido, la lectura del libro del Deuteronomio nos invita a ir al origen de nuestra experiencia de fe, a través de esta memoria de la fe de Israel. Se trata de que dejemos que nuestro origen se haga fuerte en nosotros. Y, al mismo tiempo, la segunda lectura nos invita a dejarnos persuadir por la Palabra de Dios y no tener miedo a acercarnos a ella.
Y, ante todo esto, está nuestro corazón, necesitado de Dios y de su presencia, y dispuesto a encontrarse con Él en esta cuaresma.
No hay tentación demasiado grande ni esfuerzo superior a nuestras fuerzas para crecer en santidad
No hay tentación demasiado grande ni esfuerzo superior a nuestras fuerzas para crecer en santidad. Si algo nos recuerda el Señor en las lecturas de este domingo, es que todo lo que se nos llama a vivir esta cuaresma es con Él y en Él. Con Él, porque seguimos al Señor como discípulos en nuestra vida; en Él, porque el Espíritu Santo es quien nos mueve a vivir esta cuaresma. Que el Señor nos ayude a vivir esta cuaresma dejando que su presencia en nosotros nos ayude a sobrellevar todas nuestras debilidades, de manera que a través de ellas brille la luz del Señor y su fuerza que actúa en nuestros corazones.