El mes de noviembre comienza marcado por la fiesta de todos los Santos. En ella conmemoramos a todos los que supieron responder con fidelidad a la llamada de Dios.  Todos ellos son un modelo para nosotros, y no porque fueran perfectos sino porque fueron testigos del amor de Dios. Es sorprendente como esta fiesta es cada vez más eclipsada por Halloween, una fiesta basada en el temor y la muerte. Es la abreviación del inglés antiguo «All hallow’s eve» que significa «Víspera de todos los Santos». Se celebraba la víspera, es decir, el día de antes, aunque su celebración no tiene nada que ver en la actualidad.

Origen

Esta celebración tuvo sus orígenes por el siglo IV debido a la gran cantidad de mártires en la Iglesia. Más adelante el 13 de mayo del 610 el Papa Bonifacio IV dedica el Panteón romano al culto cristiano, colocando de titulares a la Bienaventurada Madre de Dios y a todos los mártires. Es así que se les empieza a festejar en esta fecha.

Posteriormente el Papa Gregorio IV, en el siglo VII, trasladó la fiesta al 1 de noviembre, muy probablemente para contrarrestar la celebración pagana del Samhain o año nuevo celta (en la actualidad Halloween) que se celebra la noche del 31 de octubre.

En 2013 el Papa Francisco dijo: “Dios te dice: no tengas miedo de la santidad, no tengas miedo de apuntar alto, de dejarte amar y purificar por Dios, no tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. Dejémonos contagiar por la santidad de Dios”.

¿Es Halloween una fiesta cristiana?

No, no lo es. Las fiestas cristianas que celebramos es el 1, día de todos los Santos, y el 2 de noviembre, el día de todos los difuntos, en el que vamos a visitar al cementerio a nuestros seres queridos. El 31 de octubre no tiene absolutamente nada que ver con el cristianismo. Se trata de una fiesta pagana que tiene una connotación oscura: brujas, monstruos, diablos… ¿Cuál es el fin de recordar esos seres? ¿por qué se ha de vestir así? El mal existe y, por tanto, el malo también. En definitiva, hay que ser caritativo, mirar siempre por el bien, sobre todo el del prójimo. Sin caridad, no hay amor, y si no hay amor, no es cristiano. Así de simple.

Sin caridad no hay amor, y si no hay amor, no es cristiano

Holywins vs Halloween

Existen otras alternativas a Halloween, como es el caso de Holywins («Holy wins», «la Santidad vence»). Desde hace algunos años diversas diócesis, parroquias y comunidades católicas en distintas partes del mundo se han propuesto recuperar el 31 de octubre como la Víspera de Todos los Santos. Así nació la celebración de Holywins, para festejar con niños y jóvenes el llamado universal a la santidad. Los cristianos celebran la vida, no la muerte.

El día de todos los Santos

Esta sí es una fiesta cristiana, y además de las más importantes e incluso puede que de las más desconocidas por la gente. Como se explicaba al principio, el día 1 de noviembre conmemoramos a todos los que supieron responder con fidelidad a la llamada de Dios. Son un modelo a seguir no por ser perfectos sino porque son testigos del amor de Dios. Además, son intercesores ante Dios. Actúan como intermediarios, nos ayudan en las cosas pequeñas de cada día. Somos muy afortunados de contar con su testimonio y con su intercesión. ¡Por eso lo celebramos con gozo!

Los cristianos celebran la vida, no la muerte

Día de todos los difuntos

Junto a esta celebración tan importante encontramos otra muy significativa: la conmemoración de los fieles difuntos. En ella recordamos con cariño y gratitud a nuestros seres queridos que ya no están con nosotros, y pedimos a Dios por ellos. Le pedimos que perdone sus errores y los acoja en el Cielo para que puedan vivir el deseo de Jesús: «Este es mi deseo: que los que me han dado estén conmigo donde yo estoy, y contemplen mi gloria» (Jn 17, 24).

Os invitamos, pues, a ser coherentes y auténticos, a vivir en la verdad y libertad, apostar por la vida y no por la muerte, y a saber defender y celebrar lo más propio de los cristianos, que es la llamada a la santidad y a la esperanza en la vida eterna. ¡Estamos llamados a más!

«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el
reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos
heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos
serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed
de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán
llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa
de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os
calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos,
porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la
misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros»
(Mt 5, 3-12)

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