Hace unos días el Papa Francisco hizo pública una carta dirigida a todos los jóvenes bajo el lema «Cristo vive, está vivo». La escribe tras el Sínodo de los Obispos con los jóvenes, tan importante como ha sido; la escribe, además, después de la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá o la fiesta de la Encarnación.
El Papa hace una llamada a los más jóvenes, para llamarles la atención, pero no echándoles nada en cara. El Santo Padre pretende trasladar el mensaje de Jesús advirtiéndoles de los peligros que hay en determinados poderes que rodean hoy en día nuestro mundo. Lo que viene a decir es que no hay que doblegarse a esos poderes, ni ceder a ellos; la respuesta es seguir a Jesucristo, en quien creemos, Él puede librarnos, nos libra, de esos poderes y amenazas. La Carta del Papa es una apelación a ser libres.
Entre otras muchas cosas, el Papa invita a los jóvenes a no tener miedo. La vida está llena de de obstáculos, personas que van y vienen y no facilitan nuestro camino, es ahí donde tenemos que confiar en nosotros y en Jesucristo, continuar hacia adelante. Y lo que Dios hace y hará con los jóvenes, con todos los que le escuchen y sigan es hacerlos santos, porque los quiere, los ayudará a vencer, los salvará y os librará de todos esos poderes que se presentan halagüeños y seductores, atractivos.
El Papa siempre piensa en el futuro de la humanidad y nada mejor que esta carta en la que se dirige a las futuras generaciones del mundo y de la iglesia. Como siempre nos dice y hace el Papa, hemos de escuchar a los jóvenes, acogerlos y darles respuesta que les llenen y necesiten. En ellos se dan logros y valores que denotan que Cristo, no está lejos de los jóvenes que lo aman, lo buscan como a tientas, quizá incluso por caminos errados, pero la verdad es que lo buscan, que lo necesitan.
El Santo Padre nos hace pensar, nos hace reflexionar con esta carta. Una muestra más de lo importante que son los jóvenes para la iglesia. De ellos dependerá en el futuro lo que vaya aconteciendo y la iglesia le ofrece las manos para hacer de guía, para mostrarles a Dios.