En este domingo, San Pablo nos invita a algo fundamental para la vida del cristiano: «Gaudete in Domino semper» (Flp 4,4). Alegraos en el Señor siempre. No podemos prepararnos a la venida del Señor si no reconocemos la necesidad de alegrarnos por sabernos amados De Dios. Es cierto que hay momentos difíciles que empañan nuestra alegría, pero la alegría de la que habla San Pablo se siente en nuestra vida como aquello que necesitamos: habrá veces que será consuelo, otras veces un mínimo rayo de esperanza, y otras veces una sonrisa que nadie nos pueda eliminar. Sea como fuere, la alegría de la que nos habla San Pablo consiste en saber que con Dios, lo tenemos todo.

Ahora bien, en el evangelio que escuchamos este domingo nos damos cuenta de que el descubrimiento de esta alegría se concreta a cada una de nuestras vidas, como nos recuerda Juan el Bautista. Vemos cómo se acercan distintos tipos de personas a él, y para todos tiene respuesta. También para ti. Siempre hay una propuesta de Dios para cada uno de nosotros, para crecer en la cercanía a Dios y a los demás.

La alegría que Dios nos invita a vivir es una alegría personalizada, que en nuestra vida adquiere unos motivos concretos y tiene una forma concreta. Esa forma nos la descubre esa hoguera de la que habla Juan el Bautista: el fuego del Espíritu de Dios, que viene a nuestra vida a ayudarnos a vivir en la alegría del amor de Dios. El fuego del Espíritu Santo quiere incendiar nuestras vidas para llenar todo con su vida en nuestros corazones. El Espíritu Santo nos ayuda a reconocer que la alegría que Dios pone en nuestros corazones nada ni nadie nos la podrá arrebatar.

«La alegría de la que nos habla San pablo consiste en saber que con dios, lo tenemos todo»

Que Dios nos ayude a descubrir esta alegría en nuestras vidas, incluso y sobre todo, en los momentos más difíciles, para que podamos estar siempre encendidos en el fuego del Espíritu Santo que viene a nuestras vidas.

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